ANUNCIO. Las medidas restrictivas que dio a conocer el presidente Alberto Fernández fueron anunciadas para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

La comunicación del gobierno de Alberto Fernández falla por la parte material y por la formal. La parte material requiere tener algo que comunicar, un plan, una meta a conseguir, una esperanza a dar, el concepto se simplifica en la frase náutica: "Para quien no sabe a dónde va nunca soplarán vientos favorables". No existiendo la materia sobre la que se va a trabajar tiene poco sentido analizar las formas que se le darán, pero lo haremos al menos técnicamente.

Primero que nada el comunicador debe analizar el contexto en que se dará el proceso, cómo está el ambiente, cuáles son las expectativas, los problemas, el sentimiento de la gente, las costumbres que prevalecen, el lenguaje que se usa. Esta parte básica no parece haber estado en consideración. Todo el mundo le anticipaba que no sería soportable un cierre similar al del año pasado que tuvo tan malas consecuencias en todo sentido, sanitario, educativo, económico y con un peligroso deterioro político para el propio gobierno. Además, se hablaba de temas distantes de las preocupaciones que marcan las encuestas, en muchos casos actuando en sentido contrario como fue la liberación de delincuentes presos con la excusa del Covid mientras progresaba la inseguridad o la premura por reformas en la justicia federal penal, que no es la que atiende los delitos de los que son víctimas los ciudadanos comunes y sí los que puedan afectar a funcionarios corruptos.

La mayoría de los mandatarios evita dar las malas noticias, que dejan en manos de sus segundos.

A veces se cree que se comunica sólo por la palabra tanto sea escrita en un mensaje o dicha en un discurso. Error, uno comunica con todo lo que es, con el auto que maneja, con la ropa que viste, con la casa en que vive, con los gestos que actúa, humildad, soberbia etc., con los amigos o socios que tiene, con el entorno familiar, con los ejemplos que da. No ayudan cercanos que estén en la cárcel o que carguen con multitud de causas en la justicia penal y que además influyan o se crea que influyen en las decisiones. Yendo específicamente a la forma, todo mensaje debe poner acento en algo positivo, todo lo contrario del discurso del miércoles y las afirmaciones en días posteriores.

Puede decirse que no es fácil en las actuales circunstancias pero hubo casos extremos en que se encontró una veta y se dio vuelta lo negativo, el caso de los mineros chilenos enterrados a 720 metros de profundidad es un ejemplo. Se fortaleció la minería, el país fue noticia en el mundo, le vino bien y hasta mejoró la imagen pública del presidente Piñera y su ministro del área. Siempre se puede.

La mayoría de los mandatarios evita dar las malas noticias, que dejan en manos de sus segundos; Alberto lo hace al revés. Más hábil, Cristina permanece en silencio y no se le ha escuchado referencia al Covid o a las restricciones. Se suele equilibrar algo negativo con anuncios positivos, si bien hubo pocos para destacar, no se ha sacado el jugo a la reducción del impuesto a las ganancias. Raro pero quien alzó la bandera del tema fue el presidente de Diputados Sergio Massa. Resumiendo, contexto que no se analizó, mensaje positivo que no se dio a lo cual se debe agregar claridad, brevedad y, sobre todo, contenido científico porque hoy la sociedad es más bien relativista y no admite otro tipo de explicación.

El Gobierno nacional no ha sacado el jugo a la ley de reducción del impuesto a las ganancias.

Se debió informar con precisión la situación sanitaria, porcentajes precisos de zonas en problemas, causas comprobadas de contagios en horarios y regiones, etc. Es exactamente lo que está haciendo y con mucho éxito Rodríguez Larreta, con la misma pandemia y en el mismo distrito, está lejos primero en las encuestas de opinión. La info técnica está disponible, sin embargo Alberto eligió el camino de la culpa ajena y hasta soltó la inaceptable frase "los médicos se relajaron" cuando hace 18 meses que no descansan.

Pasando a las características del comunicador, ya dijimos en la nota del domingo pasado que debe ser creíble, porque si no lo es, la verdad, por más evidente que sea, no es creída. Luego vienen otros aditamentos, "practica lo que predicas", grave dificultad con el reparto irregular de vacunas o la ausencia de ajuste de los sueldos de los gobernantes cuando se ha obligado a la gente a ajustarse fuerte el cinturón. También debe haber coincidencia entre lo que se dice y lo que se piensa, integridad se suele llamar, contra esa virtud operan viejos dichos de Alberto Fernández contradiciendo tomas actuales de posición. A la credibilidad no nos la proveemos nosotros mismos, nos viene de afuera, de nuestros antecedentes, de lo que la gente opina de nosotros. Nadie se avala a sí mismo. Ha faltado empatía con los sentimientos de la gente y falta de cortesía en los modos, una muestra de ello fueron las agresivas palabras utilizadas: "miserables", "imbéciles".

Debe haber coincidencia entre lo que se dice y lo que se piensa, integridad se suele llamar.

Por último todo mensaje institucional debe ser transversal, dirigido a un conjunto diverso y heterogéneo mientras que, por el contrario, muchas veces se le habla solamente a los propios en el lenguaje que sólo los propios desean escuchar. La falta de paciencia cierra el listado de los desaciertos técnicos de comunicación.

Cuando uno ve que el mensaje no llega de una forma, debe innovar e insistir con otra, la ansiedad nos hace incurrir en el despecho, en la ira y, más que nada, en el error. Un mandatario debe ser, sobre todo, un líder y un comunicador, lo demás puede quedar para los ministros.