Pasando junto al lago de Galilea, Jesús vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y echaban las redes en el lago. Jesús les dijo: "Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres". Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él (Mc 1,14-20). 


El primer gesto que Jesús cumple al volver a Galilea, según el evangelista Marcos, es la llamada de algunos discípulos, que tiene lugar mientras el Maestro iba por la orilla del mar de Tiberíades. Caminando por la costa, Jesús "ve". Ve a Simón, y dentro de éste, descubre a Cefas, la Roca. Ve a Juan, pero en el pescador vislumbra al discípulo amado. Otro día mirará a la adúltera y ya no verá en ella a la pecadora, sino a la "mujer". También nos mira a nosotros, y en mi invierno interior percibe la semilla que germina y da fruto: una generosidad que no sabía que tenía, e intuye melodías que aún no he expresado. La mirada de Jesús: revela, crea, compromete. Los primeros llamados son dos hermanos, Simón y Andres, los cuales están desarrollando sus funciones de pescadores. A ambos les dirige la invitación: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". El de Dios, es "un amor a primera vista". El significado simbólico de la pesca puede ser verificado en un texto de Jeremías 16,16, en el que se trata del envío de Israel en exilio, pero que leído a la luz del versículo precedente, podía aludir a la reunión de los exiliados, en vista al regreso a la tierra prometida: "Yo los haré volver a este suelo, que había dado a sus padres. Yo voy a enviar numerosos pescadores y ellos los pescarán". 


A la invitación perentoria de Jesús, los primeros dos llamados, dejan "inmediatamente" (en griego: "euthys"), las redes, que representan todo su haber, y lo siguen. El verbo griego "akoloutheô" (seguir), evoca la experiencia de Israel, que en el éxodo se dejó guiar por Yahveh y asumió el compromiso de "caminar por sus vías" (cf. Dt 10,12). Ellos responden como hizo Abraham, con una silenciosa obediencia, abandonando sus propias seguridades y afrontando un cambio radical de vida. "Vengan detrás de mí": por qué? Porque la confianza en quien llama, precede a la misión a la que son llamados: ser pescadores de hombres. La misma invitación se dirige a otros dos hermanos, Santiago y Juan, igualmente pescadores, que siguen a Jesús, dejando a su padre Zebedeo en la barca, con los jornaleros. Los cuatro saben pescar, pero "pescadores de hombres" es una frase inédita e ilógica. Significa: "los haré pescadores de hombres como pescadores de tesoros". Mi tesoro y el de ustedes, es el hombre. Los deberán sacar a superficie. La misión es la de intensificar la vida. Deberán mostrar que el hombre, aún con sus oscuridades, está hecho para otra luz, y otra atmósfera. Pescadores de luces ocultas y de vidas sepultadas. Los cuatro lo siguen, no atraídos por una doctrina, sino porque descubren a un Dios en el que pueden confiar. Lo hacen sin titubeos ni dudas: con la certeza de la confianza. Es que, si dejamos todo en las manos de Dios, veremos la mano de Dios en todo.


Pero hay que prestar atención: ¡la vocación es una aventura llena de grandezas, pero también de miserias! Para comprenderlo es suficiente seguir en los evangelios el comportamiento de estos cuatro llamados. Pedro, ante el anuncio de la Pasión, no entiende nada (cf. Mc 8,32; Mt 16,22), al punto tal que Jesús lo llama "Satanás" (Mc 8,33). A veces lo contradice al mismo Maestro (cf. Jn 13,8), o lo abandona y lo niega tres veces (Mc 14,66-72). Andrés, Santiago y Juan, en múltiples ocasiones no entienden a Jesús, lo mal interpretan y no conocen su corazón. Los dos hijos de Zebedeo, en particular, son reprendidos ásperamente por parte de Jesús cuando invocan fuego del cielo para castigar a los que no los reciben (cf. Lc 9,54-55), y ellos, junto con Pedro se dormirán en Getsemaní. Hay algo más: Marcos subraya que ellos, "abandonándolo todo, lo siguieron", pero en la hora de la Pasión, "abandonándolo a Jesús, huyeron todos" (Mc 14,50). ¡Pobre seguimiento! Si. ¡Mi seguimiento, el tuyo! No tenemos mucho de qué gloriarnos. Debemos sólo invocar de parte de Dios tanta misericordia, y agradecerle porque no obstante todas nuestras miserias, aún estamos detrás de él e intentamos vivir con él.

Por el Pbro. Dr. José Manuel Fernández