Toda la sociedad debería tomar conciencia de lo importante que es fomentar más la iniciativa individual, con el sentido de que la persona devuelva desde el trabajo lo que la misma sociedad le está dando.

Luego de la gran crisis de 2001 y para poder frenar la cuestión de la desocupación general en la que estuvo inmerso nuestro país, se dieron planes sociales provisorios para que la gente que vivía en situación de extrema precariedad pudiera salir adelante. Pero se les pagó tan poco, de acuerdo a la exigencia que se les pedía, que resultó casi irrisorio. Actualmente, los planes se duplicaron por doquier, de tal forma que a este contexto se le sumó la realidad del dar para que la gente no pase hambre, sin contraprestación alguna, en la mayoría de los casos.

Ello tal vez nos dibuje una sonrisa pasajera en el rostro, según el punto de vista de donde se mire, pero es en este contexto donde se torna necesario hacer un análisis de la realidad para ver dónde estamos parados. Los hechos recientes de Lugano y de Soldati en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, manifestaron que la pobreza en Argentina no se erradicó del todo, sino que es parte integrante de una problemática de precarización que pone a la cultura genuina del trabajo, como eje del debate político, moral y social. Por ello, aquí se torna necesario hacer un paréntesis para analizar cinco momentos que nos permitan un análisis de los hechos.

El primer momento nos introduce en la realidad del deterioro considerable de la cultura del trabajo, la que siempre nos enseñaron nuestros antepasados y los que vinieron de afuera a hacer la Argentina. Actualmente, vemos que un trabajador no llega a fin de mes, soportando muchas veces ambientes laborales de explotación insalubres, con el temor de quedar desocupado.

Está el dicho latino que afirma: "Finis coronas oput", el fin corona la obra. Por lo tanto, se puede afirmar que la obra de la ideología neoliberal en materia económica está llegando a su culmen en el mundo entero. Precisamente, las consecuencias actuales no dejan de ser alarmantes y van desde el aumento de la pobreza, injusticia social, inseguridad, acumulación de la deuda externa en los países del tercer mundo, hambre, indiferencia social, desempleo, daños en el medio ambiente, etc. Todo ello lleva al replanteo de un nuevo orden mundial actual, que no se soluciona simplemente con un cierto populismo y asistencialismo.

Pero, momentáneamente, en nuestro país es necesario volver a ver la importancia del trabajo como algo relevante para lograr el desarrollo económico, ya sea individual y general. A veces, suelen dar ganas de llorar cuando una persona que trabaja no gana lo suficiente para vivir, o no es compensado por el tipo de servicio que presta. Tampoco hace feliz el trabajar en negro o como contratados temporarios, porque podemos quedar afuera del sistema. Necesariamente, toda persona, se hace con el trabajo, por la sencilla razón de que le posibilita gozar de una buena salud mental, con una cierta garantía de poder vivir, desarrollarse y crecer.

Actualmente, podemos afirmar que en materia de economía impositiva, la carga resulta asfixiante para quienes trabajan en el mercado formal, porque la misma recae sobre ellos, mientras que los que están en el mercado informal ya no soportan más esa presión y que incluso ahora resulta más difícil para los que quieren entrar.

El segundo momento pertenece a la cultura del asistencialismo en la Argentina que favoreció al aumento de planes sociales, y que las sumas de ellos les permiten a algunos hasta tener un sueldo, con sólo ir a las marchas.

El tercer momento lo abarca el fenómeno creciente de la inflación histórica, que por más que se pretenda eliminar al pobre con datos estadísticos de lo perfecto, sigue estando y pide cada vez más. Fenómeno que contribuyó desde siempre al aumento de la pobreza, precariedad y desocupación. También, ahora los mecanismos de financiamiento del gasto que se usa para sostener al modelo económico son parecidos: a) impuestos, b) endeudamiento, c) emisión monetaria y d) consumo de capital. A ello también se suma el hecho creciente de la falta de billetes, que por momentos nos acorralan a buscar la suerte en los cajeros automáticos, y sin lograr disminuir todavía el gasto público ineficiente de la mano de la pobreza creciente.

El cuarto momento pertenece al clientelismo político, que usa al pobre para otros fines particulares, sólo para el bienestar de algunos en detrimento de otros, sosteniendo la vieja cultura del apriete.

Y, el quinto y último momento pertenece a la sensación de la ausencia cada vez más creciente de acciones concretas del Estado. Precisamente, es el mayor agente capaz de garantizar una cierta estabilidad legal que permita el desarrollo. Simplemente lo podría hacer priorizando el esfuerzo de la educación al facilismo de asistir con más planes sociales para sacar a la gente inmersa en la cultura del asistencialismo devolviéndole la cultura del trabajo. Es decir, la clase dirigente, los empresarios y la sociedad, deberían tomar conciencia de lo importante que es fomentar más la iniciativa individual, con el sentido de que la persona devuelva desde el trabajo lo que la misma sociedad le está dando. Y, además hay que agregar que el populismo nos saca fácilmente la sonrisa del rostro, cuando el dinero empieza a escasear, y sobre todo a los más desamparados, porque despiertan a la cruda realidad.