"... Se ha ido Ramona Galarza, fibra y vertiente de un canto con espadas,... al servicio de una cultura ancestral y respetada por el mundo".


Actuábamos con ella en la Boite del Casino de San Juan y nos enteramos que esperaba en el aeropuerto porque nadie la había ido a buscar. Partí con mi esposa y la trajimos. Estaba enojadísima, con razón, tenía un carácter picante y no se quedaba callada; su figura pequeña y delgada trinaba sin vueltas su disgusto en el asiento trasero del Ford Falcon. A la hora de los bifes, el mal rato dio el merecido lugar a la música. Esa noche compartimos con ella un concierto hermoso. Era una grande, Ramona Galarza; expresaba el chamamé como un torrente celestial, pero torrente al fin, un modo en aventura de mostrar la música; no se guardaba nada y seguramente terminaba extenuada; este tipo de artistas son así -como corresponde- transpiran la camiseta con dulcísimo sacrificio, según el gran lenguaje metafórico del fútbol, y dejan todo sobre las tablas porque ese es su sitial en el mundo, un hogar de gracia que se nos ha entregado como don para sentirse útil al corazón, saberse ante la posibilidad de ser un servidor a los sentimientos de la gente, un privilegiado cosechador de las uvas del aplauso. 


Desde hace muchos años, Corrientes no abandona su exquisito Festival del Chamamé, donde en diversos medios de comunicación masivos pone a la consideración del país, y del mundo el orgullo de su región, su excelsa música, esa mezcla acompasada y profundamente bailable de yaguareté tierno y rastros de caimán cachorro, música tranqui y envolvente que en mucho se asemeja a la de nuestro Cuyo, en tanto se canta generalmente a dúo, con buenas guitarras y sin gritos estentóreos. Eso somos y en eso nos identificamos con ellos, y de ahí no hay que salirse sin traicionar la naturaleza de un modo de ser que se refleja en un modo de expresarse a partir del enredo magistral de los sonidos (¿qué otra cosa es la música?).


Se ha ido Ramona, fibra y vertiente de un canto con espadas, de una postura palpitante y bravía al servicio de una cultura ancestral y respetada por el mundo. Corrientes está de duelo por unos días, luego de cuya vigilia en sol mayor se levantará tras su imagen de junco silvestre y la catarata de sus salvajes canciones a desvestir por selvas y arroyuelos su sagrado orgullo litoraleño. 


Desde mi lugar de músico y escritor he visto y disfrutado mucho arte de toda laya y procedencia. Por eso puedo decir con emoción que Ramona Galarza, flor salvaje y bravía al servicio del arte, fue y será el emblema encendido de un Litoral correntino refrescado de atardeceres triunfales y madrugadas dignas de ser encendidas para la luz eterna.

Por el Dr. Raúl de la Torre
Abogado, escritor, compositor, intérprete.