Argentina tiene razones para hacer alarde gracias a la explosión de la soja y al aumento del consumo, mostrando un crecimiento de más del 8% de su PBI en siete de los últimos ocho años; bajó en menos de una década su tasa de desempleo del 21 al 8%; y registra un récord de ventas de autos nuevos, unos 650.000 el año pasado, o un 27% más que en 2009.

Pero también hay una Argentina en la que ni la reducción de la pobreza, ni la instrumentación de planes sociales como la asignación por hijo, alcanzaron para borrar las enormes desigualdades regionales que reflejan los índices de la realidad social. Mientras que en Capital Federal hay un 8,6% de pobres, en los 24 partidos del conurbano bonaerense la tasa asciende al 24 por ciento, según un informe del Centro de Estudios del Banco Ciudad, basados en estimaciones del costo de la canasta básica, de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL).

Según estos cálculos, la pobreza en los centros urbanos de todo el país asciende al 23,3%, casi el doble del 12% que informó el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) en su última medición, pero menos de la mitad de los porcentajes que había en 2003. La tasa de indigencia, en tanto, se ubica en el 8,2% de la población, contra el 3,1% que informa el organismo oficial. En la región de Cuyo, el número de pobres se eleva a 730.528, con un porcentaje de la población, del 7,37%; el Norte argentino es la zona más castigada por el flagelo de la pobreza, con tasas superiores al 40% en el Nordeste y cercanas al 34% en el Noroeste. La única región que ha mejorado en la última década ha sido la Patagonia, porque la devaluación y el hecho de que tienen commodities con alta inserción internacional llevaron al desarrollo de la industria petrolera.

Lo cierto es que, de acuerdo a los datos aportados en el informe, tras ocho años de fuerte crecimiento, importantes zonas del país continúan socialmente relegadas. A diferencia de lo que ocurría en los "90, la pobreza no crece ahora de la mano del desempleo, sino de la informalidad laboral y de la inflación. Resulta difícil comprender que un país como el nuestro, que tiene 2.600.000 kilómetros cuadrados, una riqueza natural extraordinaria y 40 millones de habitantes, no pueda tener un PBI de 25.000 dólares per cápita.

Habrá que aprender a distinguir que no es lo mismo crecimiento que desarrollo económico. Éste abarca una serie de derechos inherentes a la dignidad humana que no se queda sólo en las frías cifras de una economía que dice crecer.