De no fortalecer la educación en sus tres pilares fundamentales: la familia, el Estado y los centros de formación, la República no será viable y la convivencia social devendrá en anarquía. Los responsables siempre son los gobernantes y sus ideologías de intereses que fomentan la dependencia del pueblo en sus inescrupulosos líderes que alimentan la indigencia y no lo conducen a la educación cívica, familiar y laboral. Un pueblo educado y fortalecido en su base familiar no puede ser engañado. Un Estado benefactor que no prepara para el trabajo y crea fuentes de producción, traiciona a sus habitantes. También a las instituciones de formación, que no contemplan el aprendizaje para el desarrollo social y las prácticas de talleres en un 50% para mano de obra. La creatividad y la investigación, desde la primaria hasta la universidad, afecta a niños y jóvenes ciudadanos. Nuestro país está empecinado en una política de desarrollo social asistida. Ha abandonado, a través de sus ministerios, la protección de la familia alentando el desparpajo de las "relaciones amorosas", desnaturalizándolas y confundiéndolas con la promoción de las relaciones humanas significativas donde la gestación de un hijo para la formación o no de parejas, termina siendo una perturbación que hay que eliminar por el aborto, para desarrollar la libertad sexual, sin compromiso alguno, en detrimento siempre de la familia y en procura del apetito erótico. Ya los padres no comprenden qué es ponerle límites a la irresponsabilidad sexual que en muchos casos significa "un amor libre", para engendrar hijos y tenerlos a costa del mismo Estado, que si bien es cierto, "crea y protege una relación de orden público", no puede y no debe hacerse cargo de simples relaciones amistosas o de imprudentes contactos sexuales que deriven en demanda de derechos al Estado. Esto por el sólo hecho de obtener de este, la manutención de futuros hijos, y se haga cargo el mismo, cediendo "los padres" su responsabilidad en solicitud de subsidios. Incluso, hasta la práctica fiscalizada del aborto, presionando a los médicos que defienden a rajatabla la vida para que actúen en contra del fin para el que justamente están: salvar vidas. Lo más irracional, ilógico, e inadmisible está ocurriendo en este, nuestro país: la familia es y será siempre algo fundado absolutamente distinto de cualquier cantidad de vínculos que se creen y que pretendan por sus derechos, tener la condición, jerarquía o categoría de familia. Así habrá cientos de vínculos que no son familia, serán amoríos, necesidades, amigovios, noviazgos, parejas para el sexo, para gustos ocasionales, pero no son familia. Esto está ocurriendo, se está cediendo en la responsabilidad personal malográndose y quebrantándose la familia, bajo el lema "soy libre y yo hago lo que siento, pienso y quiero", porque el Estado me aguanta. Así, se ataca la célula básica que es la familia para progresivamente destruir un país. No se trata de controlar la natalidad o legalizar el aborto sino de educar para una civilización que entienda que una relación sexual debe dignificar a la pareja y no destruir a sus hijos en gestación, nacidos o criados en el seno del hogar.

Por Mario Daniel Correa D'Amico 
Profesor, filósofo y pedagogo, profesional de la educación 
con doctorado y especialización en el área