A diferencia de los sustantivos que sirven para describir la realidad, los adjetivos inducen sensaciones o crean imágenes que son interpretadas en forma subjetiva por cada individuo, según sus experiencias y prejuicios. Por ejemplo, "un gran perro'' se presta a suposiciones sobre el tamaño o la cualidad del animal o "mucha corrupción'' despierta preguntas sobre el nivel de podredumbre. Sin embargo, "un Dálmata de 80 cm de altura'' u "Odebrecht sobornó a Alejandro Toledo con 20 millones de dólares'', son descripciones que no dan lugar a conjeturas. 


El vocabulario de Trump es riquísimo en crear imágenes. Ensalza virtudes como con el eslogan "Devolver la grandeza a América'' o para enaltecer a sus allegados, "mi gabinete es el mejor de la historia''. Al mismo tiempo ofende con epítetos que reitera hasta convertirlos en nuevas imágenes. Desde la campaña viene apodando a sus adversarios. Bautizó a Hillary de "Debilucha''; le dijo "Pequeñito'' a Marco Rubio; "miente, miente y miente'' dijo de Ted Cruz y "no tiene energía'' indicó sobre Jeb Bush. A los mexicanos los calificó de "violadores y asesinos''; a la prensa de "basura, parcializada y deshonesta'', y a la CNN, el Washington Post y el New York Times de "enemigos del pueblo''. 


Después del ataque de Trump a la prensa, el senador John McCain afirmó: "Cuando miras la historia, lo primero que hacen los dictadores es reprimir a la prensa''. McCain no necesitó mirar lejos hacia atrás. La historia reciente de América latina ha demostrado el peligro que conllevan los adjetivos calificativos utilizados desde el poder. El eslogan de los Kirchner "Clarín miente''; el de "apátridas'' que lanzaba Hugo Chávez a los periodistas; las demandas millonarias de Rafael Correa contra los "pelucones'' de El Universo; así como las listas negras de medios que mantenía Alberto Fujimori, confirman la ecuación de McCain: Más persecución a la prensa, menos democracia.  


Las calificaciones de "enemigos del pueblo'' a la prensa en aquellos países valieron de excusa para crear "leyes correctivas'' como la de Medios en Argentina, de Responsabilidad Social en Venezuela y de Comunicación en Ecuador. Sólo sirvieron para legitimar la censura oficial y proteger a los gobiernos de las críticas y las denuncias por corrupción. 


Es improbable que Trump pase a los hechos. En EEUU existen contrapesos y la Corte Suprema defiende la Primera Enmienda constitucional a rajatabla, una figura que prohibe dictar leyes en contra de las libertades, entre ellas las de prensa y expresión. Pero preocupan sus intenciones. Durante la campaña dijo que modificaría las leyes de difamación para demandar y castigar a los medios con grandes sumas de dinero. También el Partido Republicano creó una "encuesta de responsabilidad'' de los medios en la que insinuaban que atacaban injustamente al candidato. Por eso no es casual que su retórica haya evolucionado hasta calificar a los medios como "enemigos del pueblo''. 
 

Trump contra la prensa: mal ejemplo democrático