Los vertiginosos avances biotecnológicos y su aplicación a la vida humana, junto a la tendencia a considerar como bueno todo lo técnicamente posible, volvieron indispensable un espacio de reflexión ética. Así surgió la Bioética en los años 70 de la mano del médico oncólogo Van R. Potter. En ese sentido la Bioética tiene como objetivo analizar la licitud de las intervenciones del hombre sobre el hombre en el campo de la medicina, como también el impacto de esas tecnologías en el medio ambiente. Esta tarea supone el reconocimiento de algunos valores éticos centrales, que permitan evaluar objetivamente la aplicación de estas nuevas tecnologías a la vida humana y un adecuado énfasis de protección a nuestro hábitat natural. 


También influyó en el surgimiento de la Bioética el cambio de paradigma en la relación médico paciente. Ya no basta definir la salud en términos biológicos, psicológicos y sociales, sino que cobran fuerza los esquemas éticos del paciente y del médico. La Bioética surge como medida para compensar desequilibrios antropológicos del paternalismo médico, dando lugar al concepto de autonomía del paciente, sin olvidar el principio de beneficencia que rige toda la práctica médica. Surgirán así nuevas tensiones entre lo que quiere el paciente y lo que el médico entiende qué es lo mejor para él, desde la medicina. Tierra fértil para la Bioética que se erige como espacio privilegiado de diálogo interdisciplinario con distintas perspectivas éticas. Interdisciplinariedad que no debe hacernos olvidar que debe existir una unidad de referencia a los valores éticos de la persona (Elio Sgreccia, Manual de Bioética I, BAC, Madrid 2009).


Está mucho en juego como para dejar que la ciencia y la investigación se autorregulen. Los ámbitos de reflexión bioética están llamados a generar un debate con amplitud de miras que nos permita repensar si el progreso científico debe avanzar sin mayores miramientos o necesita de normas éticas que garanticen la dignidad de toda persona. 


Como rama de la ética Aplicada, la Bioética nos recuerda que no existen acciones moralmente neutras. Todas nuestras conductas reciben de la finalidad que nos proponemos, del objeto del acto en sí mismo y de las circunstancias que lo rodean, la calificación moral de la misma.


Pero la Bioética no sólo nos interpela como sujeto moral individual. También apela a la sociedad, que no puede limitarse a legitimar a priori todo lo que es factible en un laboratorio, sin un examen serio sobre la relación medios-fines y el impacto de estos adelantos en la vida humana y en nuestro hábitat natural. Comprobada una necesidad y la consiguiente búsqueda de respuestas, no implica ello que se legitima cualquier protocolo de investigación. Las investigaciones deben ser éticas, no sólo en la búsqueda de respuestas, sino en el propósito final, en la acción misma del investigador como en las circunstancias que rodean la acción. Y la ciudadanía debe avalar desde el consenso social la eticidad de los avances científicos. 


En ese consenso social, hay dos protagonistas necesarios. Las universidades y los medios de comunicación social. Las universidades, sobre todo aquellas que dictan carreras vinculadas con las ciencias de la salud. Una buena instancia de consenso social, puede comenzar sometiendo los proyectos de investigación universitarios a la mirada ética de los Comités de Bioética conformados por docentes, investigadores y alumnos avanzados. 


La Bioética es una disciplina que apunta a elaborar una respuesta social a las nuevas posibilidades de la biotecnología y de la biomedicina. En este sentido, corresponde destacar el papel de los medios de comunicación en la elaboración de los contenidos de las informaciones bioéticas, como en la presentación de los mismos. El consenso social sobre la eticidad de las investigaciones, está atado a la información seria y objetiva que se brinde y a un riguroso tratamiento de las noticias bioéticas, alejadas de miradas sesgadas por ideologías. 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo