"¿Y si me quedo qué saco? Aunque permanezca mudo, unos dirán que lo ayudo y otros dirán que lo ataco" frase que la revista "El mosquito" atribuyó a Julio Argentino Roca, presidente de la nación quien dejaba el cargo en manos de su cuñado Miguel Ángel Juárez Celman.

El tucumano que agregó toda la Patagonia a la geografía de Argentina, programaba su viaje a Europa para evitar molestias a su pariente. Allí, permanecería dos años. Clara Funes, su suegra cordobesa, fue la única persona que casó a dos hijas con dos Presidentes de la Nación, para colmo consecutivos. Aprovechando esa cercanía familiar, Sarmiento, en sus ácidos editoriales periodísticos se refería despectivamente a Juárez Celman, no lo llamaba "el Presidente" sino "el marido de la hermana de la mujer de Roca". Una de las peores rengueras de cualquier autoridad es que se sospeche que no es quien realmente ejerce el poder o toma las decisiones. Es la razón por la que quien se va, siendo del mismo partido, necesita desprenderse del recuerdo de su antecesor y casi siempre acude al descrédito o el ataque directo. Lo hizo Néstor con Duhalde, su mentor y antecesor presidencial. José Luis Gioja, gobernador, debió enemistarse con su propio hermano, quien había establecido oficinas en la residencia del predio de Paula Albarracín y desde allí había comenzado a llamar por su cuenta a ministros. Sergio Uñac se tuvo que pelear con Gioja para convencer de que no sería una extensión de su brazo. Caso raro fue el de Carlos Menem que concedió gran autoridad a su hermano Eduardo, Presidente Provisional del Senado. Dicen algunos que la esposa del saliente intendente Franco Aranda daba señales confusas en ese sentido y eso habría perjudicado a su marido. En nuestro país todavía persiste el recuerdo de "Cámpora al gobierno, Perón al poder" concepto que se hizo realidad no bien asumida la fórmula Cámpora-Solano Lima en 1973 que duró un par de meses hasta que el General regresó de España para hacerse de las dos cosas, el gobierno y el poder. Problemas tuvo su esposa Isabelita, sucesora después de la muerte del caudillo, cuando se comenzó a sospechar de la excesiva influencia de uno de sus ministros, el "brujo" López Rega. Tal vez el principal problema que tuvo la Alianza de Fernando de la Rúa fue que el ejecutivo era una cooperativa entre De la Rúa, Alfonsín, Chacho Álvarez, Rodolfo Terragno y Graciela Fernández Meijide. En USA lo tienen bien resuelto: quien deja el segundo mandato no puede hacer nada más que escribir sus memorias para lo cual se le asigna una casa y personal. Por la victoria de Trump nos perdimos la posibilidad de ver si esa independencia hubiera funcionado de haber sido electa Hillary, esposa del ex Presidente Bill Clinton. El caso que se presenta a Alberto Fernández es único en la historia de la política mundial: la Jefa indiscutida de partido y alianza de gobierno será la vicepresidente y fue ella quien eligió desde esa segunda posición a quien le acompañaría en la fórmula. Lo corriente es lo contrario, que el candidato a presidente tenga la libertad de elegir a su vice, una cuestión elemental de lealtad. De Alberto no se conoce autoridad partidaria alguna, al menos en el PJ, que en ese sentido es muy riguroso como que nació de dos estructuras verticales, el ejército y el sindicalismo. La suya es una herida abierta que será aprovechada por sus adversarios, además de administrar una época difícil para el país, la región y el mundo, deberá defender permanentemente su autoridad ya que todos están más pendientes de los gestos de Cristina que de las afirmaciones del Presidente proclamado. Es improbable que la titular del Senado ocupe el lugar de cola de león y se conforme con sonar la campanilla. Los vices tienen un papel complejo, deben mantener cierta distancia para no quedar pegados si tuvieran que ser refresco de un titular que se va antes de tiempo, ni deben ser vistos tan alejados como para parecer traidores. Es un equilibrio inestable porque la tentación de tomar el poder no necesariamente viene de su persona sino en muchas ocasiones de sus seguidores, quienes comienzan a encender la mecha ante el más leve error del primer mandatario. ¿La humanidad está cada vez peor? ¿Se ha perdido el sentido de la fidelidad a una persona o una causa? No es así. En épocas antiguas se asesinaba a hermanos y hasta hijos con tal de tomar o mantener las riendas. El peor genocida que ha conocido la humanidad, Mao Tse Tung o Mao Zedong según sea el dialecto que se use, no dudó en asesinar a 40 millones de compatriotas con la acusación de ser contrarrevolucionarios sólo para mantener el poder de ese comunismo que ahora marcha rápido hacia el capitalismo. Las historias de reyes y reinas están plagadas de conspiraciones intrafamiliares, todas terminadas en muertes o exilios.

Una cosa es clara, los síntomas de la relación entre Cristina y Alberto se verán muy pronto. Por ahora son todas especulaciones con fundamento en el pasado y las personalidades de ambos. El nuevo presidente arranca con una debilidad desconocida desde la muerte de Perón, la suposición, por ahora es sólo eso, de un posible doble comando. El drama es una síntesis de la vida, envuelta siempre en conflictos que se resuelven hacia el extremo de la tragedia o la blandura de la comedia. En el medio está el devenir de los días. En pocas horas comienza el drama de Alberto.