Desde el 1° de septiembre de 1939 hasta el fin de 1945, millones de hombres y mujeres se enfrentaron con una de las tragedias más destructoras e inhumanas de nuestra historia.

Mientras Europa se encontraba aún bajo el impacto de los actos de fuerza realizados por el Reich, que habían llevado a la anexión de Austria, al desmembramiento de Checoslovaquia y a la conquista de Albania, ese día las tropas alemanas invadían Polonia por el Oeste y, el 17 del mismo mes, la Armada roja lo hacía por el Este. La derrota del ejército polaco y el martirio de un pueblo entero iban a ser preludio de la suerte que muy pronto tocaría a numerosos pueblos europeos y, a continuación, a muchos otros en la mayor parte de los cinco continentes. Desde 1940, los alemanes ocuparon Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica y la mitad de Francia. Por su parte la Unión Soviética, ya con una parte de Polonia, anexó a Estonia, Letonia y Lituania, y quitó Besarabia a Rumania y algunos territorios a Finlandia.

Después, la irracionalidad bélica desbordó el Viejo Continente para convertirse en "mundial". Alemania e Italia combatieron más allá de los Balcanes y en Africa mediterránea; por otro lado, el Reich invadió Rusia y los japoneses, atacaron Pearl-Harbour, empujando a Estados Unidos a la guerra junto a Inglaterra. Recién en 1943, con el éxito de la contraofensiva que liberó a Stalingrado, se produjo un cambio en la historia de la guerra. Los aliados por un lado y las soviéticos por el otro, lograron derrotar a Alemania, el 8 de mayo de 1945. La lucha continuó en el Pacífico hasta la rendición de Japón el 10 de agosto de 1945.

Se debe sacar una lección de este pasado, para que jamás pueda repetirse el conjunto de causas capaz de desencadenar un conflicto semejante. Ninguna guerra ha merecido tanto el apelativo de "guerra mundial". Ciudades enteras fueron objeto de destrucciones despiadadas, sumiendo a poblaciones aterrorizadas en la angustia y la miseria. Este es el cuadro sombrío de los hechos que recordamos hoy y que provocaron la muerte de 55.000.000 de personas. La victoria del derecho y no de la fuerza sigue siendo la mejor garantía del respeto de las personas.

A los 70 años de iniciado aquel terrible conflicto bélico, la historia nos enseña que nada se pierde con la paz y que todo puede perderse con la guerra.