Las ruinas de la misión de San José de Lules, un testimonio de la labor jesuita en nuestro país.

Por el Pbro. Dr. José Juan García (*)


San Ignacio de Loyola (1491-1556) es el fundador de una Orden que tomó el nombre de Compañía de Jesús, una de las fuerzas evangelizadoras más potentes desde el siglo XVI en adelante. A ella pertenecía el actual papa Francisco.


Ignacio era militar. Herido en el sitio de Pamplona (1521) durante su convalecencia se convierte a una vida de piedad y se retira a Manresa, donde escribe los Ejercicios Espirituales. Con fervor, emprende viaje a Tierra Santa y luego vuelve a España y comienza a estudiar para formarse como sacerdote. Se prepara en Alcalá, Salamanca y París. Notamos que cuando Juan Calvino, discípulo de Lutero, egresaba del colegio de Montaigu, el mismo año ingresaba Ignacio de Loyola. Une a su proyecto a dos compañeros de habitación: Pedro Fabro y Francisco Javier. Con estos y otros compañeros de la Sorbona, hacen los votos de la Orden (1534). Ven al papa Pablo III, quien luchaba por convocar un concilio. Es en esa época cuando el Instituto toma el nombre de Compañía de Jesús, pues se consideran soldados disciplinados a las órdenes de Pedro. Por ello la institución del cuarto voto, primera innovación ignaciana. 


Tiempos nuevos, modalidades nuevas. El nuevo instituto no adopta modalidad monacal; se orienta hacia los clérigos regulares y la autoridad del superior general es vitalicia.


Ignacio es titular de una personalidad fuerte, "contemplativo en acción''. A su muerte, la Compañía contaba con doce provincias. Mateo Ricci llega a China. Francisco Javier no se cansa de misionar en India y Japón. Los jesuitas llegan a ser la congregación más numerosa del orbe. Y disciplinada. Llegarán a las tierras de América, regando con sangre martirial muchas de sus Misiones.


La Compañía de Jesús era mirada con recelo por algunos poderosos. En Francia, hay una expresión de Voltaire que resume el clima: "Cuando hayamos concluido con los jesuitas, más fácilmente acabaremos con la infamia, la Iglesia''. Episodios adulterinos de Luis XV y madame Pompadour fueron denunciados por jesuitas y por otro lado, ciertos errores de orden económico de un jesuita en Martinica fueron endosados a la Compañía de Jesús. Las acusaciones iban creciendo de volumen en toda Francia y Luis XV suprimió la Compañía.
En España hubo intemperancia. Se acusó a los jesuitas de ir en contra del estado. Sin pruebas ni defensa, los jesuitas fueron detenidos y, con lo puesto, desterrados.


Al papa Clemente XIII, España, Portugal, Francia y Nápoles le piden suprima la Compañía de Jesús. A esto se negó rotundamente. Pero el nuevo papa, el franciscano Clemente XIV cedió ante las presiones y firmó el decreto para "salvar la paz'' (1773). Ésta no sería duradera. Pero la Providencia también trabaja en la sombra. Pasada la tormenta, la Compañía fundada por San Ignacio resurgirá con nueva fuerza en el siglo XIX, dando misioneros que vuelven a América y a todas partes con gran entusiasmo evangelizador. Las "Reducciones'' de los jesuitas, fueron una obra maestra de catequesis y educación de pueblos originarios.


La Iglesia no había "salvado la paz'' pues las nubes de la Revolución Francesa comienzan a acercarse, y todas las órdenes religiosas caerán bajo la picota de dicha Revolución o de Napoleón Bonaparte.

(*) Vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo.