El Universo pudo o no haber tenido un principio, pero lo que sí tuvo fue un comienzo.

Por el Prof. Mario Daniel Correa D'Amico
Filósofo y pedagogo, profesional de la educación con doctorado y especialización en el área.


Queramos o no, la comprensión de la vida está sujeta a dos cuestiones fundamentales: 1- A lo cotidiano que el hombre debe enfrentar en el día a día y 2- A lo inexplicable, que da lugar a cientos de teorías para explicar o dar respuesta a lo que de inmediato no podemos saber. De todas formas es muy importante que el conocimiento llegue de igual manera a unos y a otros de la manera más simple y procedente que la mente humana pueda concebir ya que el ser humano de por sí y en algún momento de su existencia "roza" con lo inexplicable y busca su respuesta. Lo que sucede es que la misma, no puede ser absolutamente subjetiva y proporcional a la cantidad de seres humanos que se cuestionan, pues, habría "tantas verdades" como sujetos que utilizan la razón. Así mismo cabe aclarar que de alguna u otra manera, todos tenemos razón pero al mismo tiempo, no todos tenemos la verdad.


La comprensión del principio frente al Universo es un simple ensayo que aunque sujeto a ulterior análisis, arroja una serie de conceptos que son fáciles de admitir, al menos con sensatez de nuestra parte ya que la primera actitud del científico no es la arrogancia, presunción, jactancia o engreimiento, sino justamente, el juicio, la reflexión y la mesura.


Cuando hablamos de principio, hablamos de las condiciones de lo existente o posible, distinto del comienzo que supone a aquel. Por otro lado, cuando nos referimos al Universo, nos referimos al todo y no a la parte, es decir que es universo porque lo contiene todo de cualquier forma que sea.


La comprensión del principio requiere antes que nada una ubicación del sujeto. Con ello me refiero al punto de referencia a la situada presencia del hombre frente al Universo. En este sentido diremos que es necesario partir de axiomas sin los cuales nuestro análisis caería en "saco roto". Así mismo estos son: a- Todo lo que tiene un comienzo, tiene un final. Los límites aunque difíciles de establecer están en la medida en que nos referimos a algo y no a la nada. b- Si algo tiene un comienzo es porque hay un principio que lo sustenta, pues si tiene un principio, saber acerca del mismo, nos ubica no en lo físico sino en lo metafísico y por contrapartida, saber acerca del fin puede referirse a ambos.


Con estos simples supuestos podemos ya hablar del Universo. El mismo, necesariamente pudo o no haber tenido un principio, pero lo que sí tuvo fue un comienzo. En este sentido se ubica para nosotros en dos coordenadas, la del espacio y el tiempo, de las cuales una está subordinada a otra, entonces, no se puede hablar de un tiempo sin un espacio previo puesto que la sucesión de momentos, incluido su comienzo, se da en un espacio determinado al punto tal que si el espacio es fundante, no sólo tiene un comienzo, sino que además tiene un límite.


En conclusión: Hablamos de tiempo porque hay un espacio y hablamos de espacio porque hay un principio que es metafísico y que sustenta a cualquier noción física. El esfuerzo del hombre por hacer coincidir principio con comienzo es un imposible absolutamente incompatible, siempre en los códigos a los que la ciencia nos remite.


Nuestro desafío es comprender que en la intuición del principio del Universo, este siempre existió hasta que hubo un comienzo. (Remitirse a "Sobre el origen del Universo". DIARIO DE CUYO 20-08-2019).