Resulta paradójico que al día siguiente de celebrar el bicentenario del nacimiento de Domingo F. Sarmiento, el gran luchador para que la escuela pública fuera el ámbito desde donde se alentara el progreso cultural de la patria, la Dirección de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires haya decidido enseñar el "escrache" como una forma de participación social.

Según el ministro de Educación, Mario Oporto, "el eje de la materia tiene como objetivo que los chicos aprendan y reflexionen cómo se vive en el mundo democrático". Pareciera que el funcionario sustituye el valor de la ley por el apriete y el escrache. Los ciudadanos están cansados que no les sea respetado su derecho de libre circulación por rutas y calles. Hay que educar desde la escuela, enseñando el valor de la forma democrática de gobierno y de vida en los pueblos. Pero para que una democracia sea plena y consistente, no es suficiente que el gobierno tenga legitimidad democrática de origen y de ejercicio; es decir, no basta que sea elegido por el pueblo y que tenga un estilo de gobierno democrático. Además, es necesario que la vida social esté fundada en ciertos principios que hacen a la sana convivencia, es decir, en la solidaridad, el respeto, la tolerancia y la libertad. Esos son los valores de convivencia democráticos, y su existencia no depende de las autoridades de turno ni de su gestión de gobierno, sino pura y exclusivamente de cada uno de los habitantes.

Por eso es que desde las instituciones educativas, en vez de enseñar a avasallar, amedrentar o extorsionar, hay que inculcar a que cada ciudadano respete el valor de la ley y de los otros. Respeto es un término que viene del latín "respicere", que significa "volver a mirar, observar detrás de sí, tomar en consideración, tener en cuenta". Los argentinos nos merecemos pues, más respeto mutuo. Dejar de atropellar, para incluir y considerar. ¿A quién hay que escrachar? ¿Al que no piensa como uno? Habría que recordar que la libertad de pensamiento es un derecho humano. ¿A quién causó algún daño? Para eso existe la justicia con sus métodos y jueces para aplicar la ley, dando a cada uno lo suyo, según la clásica definición de esa virtud.

Educar es enseñar a articular palabras que generen vida, y gestos que expresen civilidad y ayuden a consolidarla. Cuando esto no se da, la educación fracasa.