La enseñanza y formación religiosa está garantizada por el Estado Nacional y Provincial en las expresiones del preámbulo de nuestra Constitución "... Dios, fuente de toda razón y justicia''. Por lo tanto todo educador integrado o no a nuestro Sistema Educativo no puede desconocer, omitir y menos aún negar, que la dimensión espiritual forma parte en la vida del hombre y su educación fortalece la unidad familiar e institucional del país.

El tema no pasa por discutir lo que sucedió en nuestra historia de la educación argentina, si debe ser tratado como asignatura en los planes de estudios o si se prefiere una educación laica o de devoción mística para la formación en la fe. Sino que el planteo es de más gravitante compromiso. Se trata de ver que perfil tienen quienes cumplen funciones en el gobierno educativo y que rol desempeñan los docentes que están frente a los alumnos respecto de la formación de niños, jóvenes y adultos, desde jardín de infantes hasta en la universidad, en relación a la instrucción religiosa.

El conocimiento, jamás debe ser suprimido, negado u ocultado, todo lo contrario, debe ser develado, tal como la enseñanza lo exige, pues es una cuestión de cultura. Otro tanto ocurre con las costumbres, hábitos, tradiciones, ética y moral, los valores, los principios, el sacrificio, el amor, los sentimientos, la vida espiritual y el cultivo de nuestro intelecto y convivencia humana. Estos temas no siempre se ven reflejados en los programas de estudio sugeridos por el Ministerio de Educación de la Nación, y menos aún en los elaborados por los docentes de nuestro medio local y nacional.

Es preocupante escuchar de boca de un niño, de un adolescente o de un adulto, que jamás su padre o madre, maestro o profesor y menos aún las instituciones civiles, reflejan concretamente lineamientos educativos que apunten a formar y fortalecer la dimensión humana y religiosa del hombre, que no pasa solamente por el cultivo de la ciencia o la práctica sino por el desarrollo espiritual, psíquico, subjetivo o íntimo de las personas.

¿Quién define la responsabilidad de quienes están frente a los educandos? Si nuestra cultura occidental es cristiana, ¿no debemos ser consecuentes con esa enseñanza? Evidentemente no hay convicción en un sector importante de educadores vinculados a la fe y por otro lado otro sector importante, desmerece las cuestiones de fe o bien la observa en forma despectiva. Por ello la pregunta ¿Qué acciones legislativas hay?

Si nuestro alimento cotidiano es la comida, ¿cuál es nuestro alimento del espíritu? La respuesta es muy clara y contundente; no bastan las buenas acciones, es necesaria la comunión eucarística, el alimento del mismo ser que orienta y guía nuestro camino, Nuestro Señor Jesucristo. Si por un lado, invocamos a Dios en las enseñanzas cívicas como fuente de toda razón y justicia, tal invocación no puede devenir en abstracto, sino que su concreción en: camino, verdad y vida, está en sus enseñanzas.

¿Es que acaso incomoda su nombre o su mención? Pero si la historia misma lo tiene por educador, filósofo, profeta, maestro o el mismo Dios hecho hombre. El se jugó por nosotros hasta las últimas consecuencias. ¿Qué nos toca como educadores en la fe por jugarnos? Es próxima una Semana Santa, todo el mundo se paraliza. ¿Es que acaso no se paraliza la educación del mundo por el mismo motivo?

Falta mayor referencia de nuestra fe en las escuelas. Hay que llenarlas de fe, esperanza, y trabajo con sacrificio, para que la enseñanza pública encuentre un curso en el valor de las cosas. Un educador no puede oponerse al desarrollo de la fe de un pueblo y menos aún dudar de su conocimiento ya que tal como es concreta cualquier cosa que el hombre diseña, también es concreta la formación ciudadana en la fe.

La educación laica ha evaluado como triunfo haber separado la formación religiosa y con ella la espiritual, moral y ética de las escuelas públicas. Todo lo contrario, fue una verdadera derrota, pues no se trata de culto libre, sino de conocimiento para la libertad de pensamiento. El laicismo ha ocasionado un grave perjuicio y deterioro en la fe del pueblo que hoy se ve en la deformación de ciertas conductas, en el valor de lo íntimo y lo espiritual, no sólo de la familia, sino también en gran parte de la sociedad. ¿Con quien es nuestro compromiso...?