En 1915, la maestra porteña Matilde Filgueiras decidió la utilización de un uniforme escolar para evitar diferencias entre la vestimenta de los estudiantes de familias económicamente "pobres" y aquellos de familias económicamente "más pudientes".


Alguna vez, enseñándole a mis hijos, ellos me preguntaron ¿Papá, cómo sabes tanto?, realmente quedé sorprendido por que pensaba que a mí me faltaba mucho todavía por aprender, y les terminé respondiendo: "Lo que sé, me lo enseñaron en la escuela". Ahí entendí o me di cuenta del nivel de instrucción que recibí de mis maestros de primaria y secundaria, en una época donde la educación en las escuelas era "Enciclopédica e Universal". Hubo una época en nuestro país donde el nivel de enseñanza era muy parejo, tanto en escuelas públicas como en las privadas (confesionales) y hoy parece que todo eso quedó muy atrás.


La escuela pública debe reivindicar su papel central para conseguir una sociedad más justa, unida (sin grieta) y solidaria. Aunque en estos años se ha tenido una tensa relación entre la comunidad educativa y el Gobierno.


"La ley debe garantizar que el sistema público, gratuito y de calidad sobreviva. La escuela pública es el 'semillero' para una sociedad más justa".


En esta línea, "la sociedad debe decidir si quiere estar al nivel de los países más avanzados que fundamentan su sistema educativo en una escuela pública 'fuerte', que garantiza la unidad social, o prefiere una sociedad 'fragmentada, dividida o con enseñanza de primera y segunda calidad'".


Nadie puede discutir el papel que ha representado la escuela pública, en el pasado, en la reivindicación de la autonomía de la infancia, ni el esfuerzo que han realizado varias generaciones de maestros (simples egresados de escuelas secundarias normales) y profesores que lograron una enseñanza que no se dirija a un "niño privilegiado", sino al "niño único", a ese niño, que en el fondo son "todos los niños", al margen de su sexo, clase, raza, religión, capacidad o "poder económico" de sus padres.


EL GUARDAPOLVO BLANCO

Existe la creencia de que Domingo Faustino Sarmiento determinó el uso del guardapolvo blanco en las escuelas. Pero no fue él quien lo sugirió. La verdad, es que recién en 1915 la maestra porteña Matilde Filgueiras decidió la utilización de un uniforme escolar para evitar las evidentes diferencias entre la vestimenta de los estudiantes de familias económicamente "pobres" y aquellos que venían de familias económicamente "más pudientes". La iniciativa surgió de una reunión entre compañeras y padres de alumnos de la escuela Cornelia Pizarro, del barrio de Recoleta, en la ciudad de Buenos Aires, cuando la maestra Matilde Filgueiras propuso el uso de la prenda que luego se denominó "guardapolvo blanco".


De todas formas, la aprobación oficial se concretó el 1 de noviembre de 1919, en la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, y recién 23 años más tarde, en 1942, el uso del guardapolvo blanco se convirtió en obligatorio.


Volviendo a la enseñanza, esta debe ser pública o privada, laica o confesional, pero también debería ser literaria, enciclopédica y universal, con obligatoriedad de algún otro idioma y por supuesto adaptada al siglo XXI, donde "la informática" es tan relevante hoy y hacia el futuro.


COMPROMISO DOCENTE

En cuanto a la enseñanza pública, los docentes deben estar verdaderamente comprometidos, especializados y el Estado debe garantizarles un muy buen salario, este debe incorporar programas de estudios y métodos pedagógicos de enseñanza moderna para el educando, debe asegurar la igualdad de oportunidades y la atención a los menos favorecidos; sólo siendo laica, sus valores serán los principios universales de la razón y no estarán dictados por ninguna iglesia ni sujetos a dogmas particulares. Y sólo siendo literaria el adulto acertará a ponerse en el lugar de los niños y a mirar por sus ojos. Porque es verdad que los niños van a la escuela a aprender una serie determinada de saberes, matemáticas, geografía, ciencias naturales, pero también a hablar con esa voz que sólo a ellos pertenece y que hay que saber escuchar.


Educar no es pedirle al niño que renuncie a sus propios deseos, sino ayudarle a conciliar esos deseos con los deseos de los demás. Alguien dijo que la filosofía era preguntarnos no tanto por lo que tenemos sino por aquello que nos falta. Eso mismo debe hacer la educación, incitar al niño a no conformarse, a buscar siempre lo mejor.


"Todo comienza, en los humildes bancos de la escuela", Domingo F. Sarmiento


> Valores morales

A la educación racional, basada en la transmisión ordenada de conocimientos objetivos, debe añadirse otra, basada en el amor y en el reconocimiento del valor y el misterio de la infancia. Pero el niño es algo más que una criatura imperfecta a la que hay que llevar de la mano hasta que se transforme en alguien semejante a nosotros. El niño es el médium de la realidad. Su voz, como la del poeta, es la otra voz, la voz que nos sitúa en el ámbito de esas experiencias básicas, la del conocimiento, la del amor, la de la imaginación, sin las que nuestro espíritu y corazón se "secaría" inevitablemente.


Se educa al niño para decirle que en este mundo, por muy raro que pueda parecer, es posible la felicidad. Educar es ayudar al niño a encontrar lugares donde vivir, donde encontrarse con los otros y aprender a respetarles. Lugares, a la vez, de dicha y de compromiso. Donde ser felices y hacernos responsables de algo.

Por Jorge Reinoso Rivera
Periodista