Nuestro sistema educativo formal y con el todo el nivel medio representado por las escuelas secundarias, no está preparado ni por sus prácticas ni en sus titulaciones para responder en forma efectiva y eficaz a una completa formación por competencias y menos aún para sostener un perfil profesional apto y acorde a la altura de las exigencias del mundo laboral.


La idea de los ministerios educativos es buena en cuanto a la intención, de querer insertar a los jóvenes en forma temprana en el ámbito del trabajo, pero se debe comprender que al llevar la iniciativa a su realización, los resultados son prácticamente nulos. Esto se ve reflejado en primer término porque toda la escuela secundaria no cuenta con una secuencia permanente y un seguimiento de un modelo de producción que le permita sustentar en los seis años, los planes de estudio, conforme a los requerimientos de la salida laboral. En segundo lugar, la promesa de encontrar trabajo o de incorporarse por pasantías no ha sido suficientemente justificada y convenida con empresas, industrias y comercios como también las iniciativas particulares, para que un joven egresado promocionado del último año de la secundaria se acerque con posibilidades concretas a emprendimientos que le signifiquen encontrar trabajo.


Por otra parte todas las escuelas secundarias salvo quizás las escuelas técnicas y aún estas, no cuentan con suficientes aulas taller y recursos tecnológicos o administrativos cuya experiencias y ensayos impliquen un conocimiento completo del requerido por la especialización laboral o en su defecto no están pensadas para afrontar los embates que la misma crisis de oficios o profesiones para el empleo actualmente se presenta en las ocupaciones o mano de obra.


Así mismo, la competencia de los profesores que va de la mano con la jerarquización del enseñante como profesional de la educación se ha visto alterada por el ingreso de una serie de docentes en cuyo perfil y titulación puede verse que no califican como profesores titulados por carreras pedagógicas de cuatro años como mínimo. Por ello es que sosteníamos en el artículo publicado "El paradigma educativo" del 6-2-2016, que la educación a partir del siglo XXI, en este tercer milenio, se inscribe en un nuevo paradigma que hemos diseñado y designamos como, "el pueblo es actor de la enseñanza" y que por este nuevo paradigma se sustentan las prácticas pedagógicas del ejercicio profesional del profesor de curso y carrera especializado en los profesorados creados con tal finalidad.


El mundo reclama más competencia profesional y el joven de hoy no está dispuesto "a molestarse" o bien, no dedica tiempo a su preparación profesional destinando por lo menos cinco horas diarias a su capacitación o perfeccionamiento; está casi invadido por intereses difusos que no son los de la especialización de su perfil y de esa manera no podrá alcanzar los objetivos y entrar por competencias afines.


De todas formas sabemos que ello no es absoluta responsabilidad del joven que aunque "tiene que ponerse las pilas" el adulto mismo, poco contribuye a que esté orientado y reaccione a experiencias nuevas y propias.

En las escuelas, especialmente las técnicas, hacen falta aulas mejor equipadas.