Lo más simbólico de la caída del muro de Berlín, la gente derribando la pared que los separaba hasta ese momento.

El 9 de noviembre de 1989 el mundo asistió a uno de los acontecimientos político-sociales más relevante del Siglo XX, la caída del muro de Berlín. Esta construcción que a lo largo de su historia recibió otras denominaciones como "el muro de la vergüenza" fue el símbolo más claro del enfrentamiento entre el bloque socialista y el bloque capitalista que por agosto de 1961 llegó a su mayor tensión, haciendo que fuerzas militares soviéticas alentaran la división de una de las ciudades más emblemáticas de Alemania y del continente europeo. De esta forma Berlín quedó dividida en un sector oriental y otro occidental, mejor dicho , en la República Democrática Alemana (RDA) y la República Federal Alemana (RFA).


Esta separación es considerada hasta la fecha como uno de los actos más avasallantes contra la libertad humana, ya que después de trazar arbitrariamente este límite, todos los habitantes de esta capital quedaron sin la posibilidad de pasar de un lado a otro y quienes lo intentaron encontraron la muerte.


Al momento de construirse el muro de Berlín, obra iniciada el 1 de agosto de 1961, la situación era descripta por la prensa española de la siguiente manera: "Gravísima situación entre las dos zonas de Berlín separadas en pocas horas por una barrera militar comunista (110.000 soldados se concentran en la zona oriental, apoyados por los 400.000 hombres del mariscal Koniev). Los berlineses del Oeste y del Este hacen frente con serenidad y firmeza a las provocaciones".


De ahí en adelante comenzaría una auténtica pesadilla para miles de hombres y mujeres que durante casi tres décadas estuvieron presos en su propia ciudad, en un intento por mantener separados los regímenes socialista y capitalista, en medio de una guerra fría que mantenían las grandes potencias. No importaron los afectos ni los vínculos que los vecinos de esa ciudad mantenían entre sí. Fue necesario separarlos sin ninguna consideración.


Tuvieron que transcurrir 28 años para que la comunidad internacional se diera cuenta lo aberrante que era este muro, una pared de unos 50 kilómetros de largo por 4 o 5 metros de altura, en la parte más urbana, y un tramo de más de 100 kilómetros de alambradas, en la zona rural, cuidadosamente vigilada por efectivos y perros adiestrados y dotada de un sistema de alarmas y otros recursos, todos ideados para evitar, fundamentalmente, que haya desertores desde Europa Oriental hacia Europa Occidental, como se había comenzado a evidenciar en los primeros años de la década del '60.


Hoy se cumplen 30 años de ese hecho memorable que comenzó a gestarse unos días antes del 9 de noviembre, con la habilitación de algunos derechos como el de otorgar autorizaciones para pasar de la parte oriental a la occidental y viajar a otras partes del mundo. Luego vendría lo más simbólico, la destrucción, literalmente, de un sector del muro cuya foto ganó la tapa de todos los diarios del mundo.


Se derribaba "el muro de la vergüenza" y con ello terminaba una absurda forma de coartar la libertad de los hombres.


Actualmente, la franja de terreno sobre la que se levantaba el muro de Berlín, de más de 150 kilómetros de extensión, se ha convertido en una ruta para bicicletas en la que se encuentran huellas de la transformación vivida por la capital alemana desde 1989 y testimonios de lo ocurrido durante la división.


Los turistas pueden recorrerla casi en su totalidad, llevándose en sus retinas un sitio histórico que habla de las atrocidades que puede cometer el hombre invocando su ideología y creyendo que actúa dentro de lo que considera correcto.

Por Alfredo Correa
DIARIO DE CUYO