Estamos viviendo tiempos muy raros en la República Argentina. La oposición, que aparece más en los medios que los funcionarios del Gobierno que votó la ciudadanía mayoritariamente en la última elección, cae en contradicciones muy difíciles de ocultar, además de no hacer ningún esfuerzo para tratar de evitar la exposición: el Vicejefe de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Diego Santilli, es precandidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires y eso, para que tomemos dimensión, es como si la ministra de Gobierno de San Juan y precandidata a diputada nacional, Fabiola Aubone, se postulara junto a Anabel Fernández Sagasti para ocupar una banca de legisladora pero por la provincia de Mendoza. El neurocientífico Facundo Manes le saca lustre a su reciente llegada a la actividad política y a una supuesta pureza que le da la falta de experiencia, pero apenas arrancada la carrera electoral cayó en las banalidades de canjear cámara repartiendo críticas sin ninguna propuesta de gestión. Justamente lo que tanto critican los que están supuestamente "afuera" de las gradas de la politiquería. Salieron a responderle desde Elisa Carrió (fabricada para esto) hasta Margarita Stolbizer, una intelectual de la política. Barro, como dicen en el barrio. Muy prematuro para esta época de la campaña electoral y no es lo que Manes predica. Por ahora se parece más a un rockstar que a una propuesta con futuro. Ojalá cambie. María Eugenia Vidal, quien acaba de dejar la gobernación de su "amada" provincia de Buenos Aires, se postula ahora por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta, supuestos "socios" inseparables en la lucha contra el "poder kirchnerista" están disputando una interna feroz que no tiene precedentes en el PRO, el partido que, se puede decir, formaron juntos hace ya varios años. La UCR, que olfatea sangre, quiere avanzar en el orden de poder dentro de Juntos por el Cambio y, parece, no reconoce amigos de enemigos y tira a mansalva. Parecería que no se va a conformar con el lugar que le dio el macrismo en 2015, cuando los amarillos se quedaron con las tres perlas del poder argentino: CABA, Buenos Aires y la Presidencia. En consecuencia, la disputa de Manes en realidad no es con Santilli, es con Rodríguez Larreta por la presidencia de 2023 o el liderazgo de Juntos por el Cambio; o ambas cosas a la vez. Esa es la pelea de fondo. Como ya se dijo en estas líneas en reiteradas oportunidades, si la oposición sanjuanina quiere afincar su discurso en los vericuetos de la gestión nacional, se le va a dificultar, porque también de ese lado del mostrador tienen uñas largas y mugre que esconder. 

Facundo Manes.


No se sabe si la estrategia de Manes apunta a una mayor exposición pública, si le gana la ansiedad o si simplemente es así. El mendocino Alfredo Cornejo dijo en una entrevista en radio Sarmiento, hace algún tiempo atrás, que el problema del kirchnerismo es que no vieron venir a Manes, que no saben cómo ni con qué atacar al neurocientífico. Cornejo dijo todo eso cuando ya se sabía que Manes podía ser candidato y que probablemente tendría que disputar una interna con el PRO. El mendocino tenía razón en ese momento. Justamente lo peligroso de alguien que no es conocido es que tiene mucho para crecer, siempre y cuando no erre el camino y tenga tiempo. Pero es posible que el neurólogo esté equivocando el sendero. En la normalidad las empresas periodísticas y la exposición pública suelen ser un arma de doble filo. Los políticos necesitan de ambas, pero embriagarse de ellas puede provocar un desastre del que no se vuelve. Le pasó, por ejemplo, a Carrió. La dirigente siempre fue un cuadro político interesante pero nunca pudo llegar más allá de una banca legislativa, cargo que nunca es totalmente de quien lo ostenta, porque en realidad nunca se llega con la tracción de una sola persona. Graciela Caselles es la diputada con más años en función de la historia de San Juan y nunca ganaría una elección en soledad, por ejemplo. A la Cámara de Diputados se puede arribar con la marca correcta o con el escenario correcto, pero es difícil llegar en soledad. Es probable que Manes quiera superponer su marca a la de la UCR, pero en el camino puede quedar pegado con ese costado petardero y poco alentador que le hizo tanto mal a muchos dirigentes argentinos. 


Mientras Manes pule su proyecto personal, en el resto de Juntos por el Cambio hay fuego cruzado todo el tiempo. Lo fueron las charlas previas a la presentación de listas y hay que esperar para saber si esos chisporroteos dejaron huella o no. Por ahora, seguramente, todos van a agachar la cabeza y van a empujar hacia adelante, pero pasada esta elección y dependiendo del resultado, habrá que observar los ánimos y cómo quedan las relaciones. No creo que Patricia Bullrich, por ejemplo, haya quedado muy contenta que digamos. Hay que esperar para su reacción, porque la habrá. Lo mismo el resto. Por primera vez, la oposición se enfrenta a las posibles esquirlas que dejan una interna, porque más allá de que formalmente la haya o no en pocos o muchos distritos, la pelea entre Macri, Rodríguez Larreta, Manes y la UCR por el poder de la oposición, está naciendo. Todavía falta muchísimo. 


Por el lado del oficialismo no están mucho mejor: las metidas de pata de Alberto y su club semi K con las vacunas de Pfizer, Moderna y Sputnik V son casi criminales. Se nota a la legua que el gobierno nacional se equivocó desde el comienzo con las negociaciones. Sin poder recibir información de primera mano, se pude decir que es obvio que le escaparon al pelearse con Pfizer, que es el laboratorio líder en la fabricación de la vacuna contra el covid. Argentina espera la variante Delta con menos del 14 o 15 por ciento de su población vacunada con las dos dosis, cuando otros países como España, por ejemplo, tienen serios problemas con esta variante incluso con el 56 o 57 por ciento de su población totalmente inmunizada. Estados Unidos está pensando en colocar una tercera dosis para frenar el impacto de la Delta. Acá, además de casi no tener vacunas, estamos habilitando casi todo, pensando en las elecciones más que en la lucha contra el covid. Las peleas entre Axel Kicillof (gobernador de Buenos Aires) y Rodríguez Larreta por la escolaridad presencial, parece que se terminaron: mañana arrancan las clases como eran en 2019, cuando en realidad estamos peor que nunca en la lucha contra el covid. El gobierno de Fernández exhibe impericia con la Salud Pública, y es lo peor que nos puede pasar a todos.


También muestran internas políticas, todo mundo lo sabe. Cristina armó las listas casi en soledad y Alberto lagrimea algunos lugares en su gabinete y en pocas candidaturas. Hay quienes suponen que el Presidente está convencido de que en provincias chicas como San Juan ganarán cómodos y, por el contrario, en los distritos con mayor cantidad de electores como Buenos Aires, CABA, Mendoza, Córdoba o Santa Fe, la pelea arrancó perdida. Aseguran, además, que con ese pensamiento está dejando jugar a la Vicepresidenta con las candidaturas para que sea ella luego la responsable de la derrota. No creo que la política se pueda calcular tanto y, además, a ningún dirigente le gusta perder nada. En el escenario real una victoria de la oposición sería un problema para Cristina, pero también para Alberto. No es esa una ecuación posible, me parece. De igual forma lo que desnudan esos comentarios es la inocultable pelea de poder que hay en la cúpula del poder institucional del país.


Como se verá, los argentinos no tenemos suerte y gane quien gane, las internas van a seguir por un largo tiempo. No le sirve a nadie este escenario.