Dos grandes Pontífices, Juan Pablo II y Benedicto XVI, han dignamente concluido una larga época de la historia de la Iglesia. Pero podemos afirmar que con Francisco ha tenido lugar un nuevo capítulo de la historia del cristianismo. El tema de la época precedente había sido el adecuarse a la modernidad. Este proceso, difícil y doloroso para muchos cristianos, llegó a una feliz conclusión, según entiendo, en el debate público entre el cardenal Ratzinger y el filósofo Jürger Habermas, en Munich (Baviera) en el 2003. Entre los dos asumieron la opinión que el cristianismo actual y el pensamiento humanista tienen necesidad uno del otro, tratando ambos de huir de los peligros del "pensamiento único'', de suyo fragmentado y unilateral. Nada de "guerras culturales'' o demonizaciones recíprocas. Nada tampoco de fáciles adaptaciones u ocultamiento de las diferencias, sino dialogo, búsqueda de la compatibilidad, enriquecimiento recíproco, valoración de cada enfoque.


El papa Francisco ha recibido la tarea de guiar la Iglesia en este nuevo pasaje espiritual, ("cambio de época'' según él y no mero "época de cambio'') en la era de los muchos post (post-moderno, post-secular), en la era de la pluralidad radical, de la interconexión global de los pueblos, en un momento en el que no se sabe a ciencia cierta si dicha interconexión llevará al entendimiento y a la compatibilidad, y no a un desencuentro apocalíptico de civilizaciones. Pareciera que Francisco haya escuchado la misma frase de su homónimo ocho siglos atrás: "Francisco, ve y repara mi casa!''. Ya Benedicto XVI hizo de todo para que la casa de la Iglesia, como el Templo de Jerusalén, incluya el "Atrio de los Gentiles'', donde aquellos que hoy alimentan su fe en el "Dios desconocido'', puedan de algún modo, participar en la vida de la gran familia eclesial. 


Ha sido en un cierto sentido un ulterior paso dado en relación al camino trazado por Juan Pablo II con el histórico encuentro con representantes de las religiones del mundo en Asís. Benedicto XVI ha invitado aún a los agnósticos y a "nuestros hermanos ateos'', y les ha sugerido -en el espíritu de Pascal- aceptar a Dios al menos come hipótesis, de vivir "como si Dios fuese''. El cardenal Bergoglio, antes de asumir la silla de Pedro, ha hablado de Cristo, que según las Escrituras "está a la puerta y toca'', pero hoy, ha dicho Bergoglio, Cristo está tocando en la puerta de la Iglesia de puertas adentro, queriendo que ésta "salga'' hacia las periferias geográficas y existenciales. La casa de la Iglesia necesita indudablemente de algunas reparaciones. Pero la más importante debe acontecer en la mentalidad de los cristianos: hay que salir afuera, no sólo atravesando los confines institucionales de la Iglesia, sino abriendo las puertas de nuestro pensamiento e imaginación, buscando a aquellos que "no caminan con nosotros''.


"Una fe que no se hace cultura -decía Wojtyla en 1982- es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida'', en un discurso memorable a los intelectuales reunidos en la Universidad Complutense de Madrid. Sabias palabras, que aún nos dejan desafíos. Por eso nos hace tanto bien el "Atrio de los Gentiles'', iniciativa pastoral que involucra a artistas, pensadores, cineastas del mundo, reunidos por la Iglesia a fin de "mostrar'' al mundo caminos de reconciliación y belleza, puentes de justicia y paz. Quien busca con sinceridad de corazón la verdad plena, el sentido profundo de la vida, seguramente está agitado por las "semillas del Verbo'', que actúan paciente y misteriosamente en el corazón humano.

Pbro. Dr. José Juan García
Miembro Honorario de la "Junta de E. Históricos de San Juan''.