Hasta este momento, hasta hoy al menos, la gestión del gobernador Sergio Uñac logró contener a los empleados públicos, a los empresarios de varios rubros y hasta a los opositores políticos, cuyas críticas ya peinan canas: no recuerdo cuál fue la última vez que un no justicialista haya puesto reparos al gobernador o al trabajo de este. Tampoco recuerdo la última vez que un gremio estatal haya hecho paro por temas vinculados específicamente a la administración sanjuanina. UDAP sí los hizo, pero por mandatos nacionales, no por problemas con el gobierno local. San Juan fue la única provincia que, en medio del desastre que provocó el macrismo, sostuvo durante todo el año pasado la cláusula gatillo, que no es más que un conjunto de ajustes administrativos para lograr que los sueldos de los empleados estatales no pierdan frente a la imparable inflación, que rozó el 55 por ciento en 2019. Incluso la provincia logró una de las tasas de desocupación más bajas del país, publicadas por el remozado Indec macrista. Y todo en medio de una pésima relación con el macrismo: no olvidamos las peleas con el exministro de Transporte de la Nación, Guillermo Dietrich, por la plata de las rutas nacionales; la negativa de la Nación a enviar vacunas, a cumplir con varios planes de salud pública, o el hecho de que Uñac no haya podido hablar con Mauricio Macri desde que el sanjuanino mandó a votar en contra la Reforma Jubilatoria que propuso y aprobó Cambiemos a mitad de mandato.


Si bien hay números -que todos conocemos aunque no todos queremos reconocer- para demostrar lo anterior, tampoco pretendo decir que todo es color de rosas: San Juan aún tiene un Estado muy grande, todavía dependemos en exceso del Ejecutivo; la desocupación, aunque baja en comparación con el resto del país, se notó con el cierre de algunas fábricas o comercios con décadas de historia. Hay problemas, pero el contexto en el que nos hemos movido en los últimos cuatro años y pico, es muy distinto al que vivimos los sanjuaninos. Nadie con algo de juicio objetivo puede negar lo anterior.


Aún San Juan es una provincia de menos de 700.000 habitantes con empresas muy pequeñas. Ese combo nos deja siempre al borde del abismo. Si el Estado falla, el resto no contiene. Como todo mundo piensa, la minería nos ayudó a mantener esos pequeños lujos, como la cláusula gatillo por ejemplo, pero si el contexto no cambia y sigue empujando hacia abajo, el escenario se volverá cada vez más difícil, simplemente porque los inversores miran los números nacionales, no los locales. 


Para mantener la armonía lograda hay algunas claves que en el gobierno ya vieron y protegen, que no son distintas a las que ya vienen usando: buena relación con la Nación, diálogo con las fuerzas opositoras en San Juan, orden administrativo y la paz social; es decir, contener a la mayor cantidad de sectores que se pueda. Incluso la interna que le propuso un ala del peronismo a Uñac, puede servir. A pesar de que esa arremetida no lo ayuda a mantener la calma y podría distraerlo de su objetivo principal que es la gestión, servirá para establecer de una buena vez por todas un orden y terminar con las subjetividades.


Si el gobierno que conduce Uñac logra proteger esas máximas, el resto de los sanjuaninos tendremos otro año medianamente tranquilo, en un contexto nacional difícil, pero de buenas perspectivas gracias al cambio de gestión que ocurrió en diciembre del año pasado. Todo cambio de gestión produce esa sensación, que se va diluyendo con el correr de los meses si es que no se logran hechos concretos. Aún estamos en esa ventana de expectativa.


Además, se dieron hechos políticos que, quizás, alivianen al sanjuanino. La llegada de Alberto Hensel a la secretaría de Minería de la Nación, puede ser una de esas. Si la gestión de Fernández ve en la minería lo mismo que los sanjuaninos, es posible que Hensel desde cerca de la Casa Rosada pueda destrabar algunas inversiones que están frenadas gracias a nuestros propios vaivenes. No hay que olvidarse que la relación de Uñac con la conducción federal del país cambió luego del 10 de diciembre.


Si bien el optimismo exagerado puede ser perjudicial, a Uñac sólo le queda acomodar la política de cabotaje para poder gobernar en paz, algo que hasta ahora no tuvo desde que asumió en diciembre de 2015.