Mi pensamiento insignificante va dirigido a hombres liberados de los apremios de las obligaciones ordinarias, algo que precisa inteligencias sensibles, sutiles y delicadas. Un poco de rigor, pero también un poco de comprensión, con una pizca de aire superfluo. Una misión casi imposible de lograr en estos tiempos chatos. Deseo el lujo del ocio, austeridad, corazones puros y sinceros, cariño, afecto, escucha, caricia, rigor y amor. Cosas tan simples, como nobles y puras todas ellas, que actualmente a los argentinos nos cuesta muchos dar. Ante tanta violencia, egoísmo y tristeza se requiere de respuestas modosas, y es allí cuando el escribir o el pensar se vuelve un "oficio trémulo”. La tristeza aflora en la sangre cuando alguien apoya la pluma en el papel preguntándose otra y otra vez con timidez, casi con un miedo a ser censurado, sino llegan a ser modestos los cuestionamientos. Es allí, cuando mis propuestas filosóficas me aconsejan que me calle en medio de la angustia en llantos, y que no lleve mas lejos mis pensamientos de querer tener una respuesta para todo, porque como dice un viejo proverbio: "Sólo se es un verdadero filósofo quedándose uno en silencio”.

La misma historia atestigua que la humanidad pasó de ser idealista y racional, a individualista y vacía. Y, que todos los idealistas se imaginan que las causas a las que sirven son las mejores del mundo, negándose a creer que para construir una base sólida, necesitan de los mismos elementos básicos del resto. El idealista es iluso y vive en su propio mundo maníaco insensible, totalmente evaporado de la realidad. Al igual que un ciego que no quiere ver, pone una barrera a experimentar algo novedoso. Aunque, la realidad se está perdiendo, a causa de sus mismos medios de civilización. Precisamente, el genio tiránico acuña aquí su cuna, encontrando nobleza de piedad en todas sus acciones, casi como lobos disfrazados de corderos, o como lo dijo el papa Francisco: "Hipócritas disfrazados de buenos”. Oportunamente, cuando se despierta en el interior de un alma el obrar como un tirano, hasta algo mediocre, se convierte poco a poco en una fuerza buena e irresistible.

Pero, con "el miente que algo quedará”, también quien ha logrado subestimar y enfurecer a la gente contra si, siempre consigue que un grupo se ponga de su parte. Es que ningún río es ancho y caudaloso por si mismo, sino por recibir y arrasar muchos afluentes que lo hacen ser tal, en incertidumbres. En fin, con estos simples "despensamientos” cotidianos, es que quiero llegar a la realidad triste, cuando discutimos si un profesor tiene que ganar bien en educación, o si de por si es buena o mala, sino tenemos en cuenta las causas profundas. Las verdaderas causas de este malestar y del mal funcionamiento de las cosas, están en la realidad del "menosprecio a los hombres y a la Vida”. Actualmente, se desprecia la vida, y en ello todos tenemos una cuota de responsabilidad, que van desde nuestros egoísmos a nuestra falta de amor.

El mayor modo de despreciar a los hombres es, o valorarlos sólo como "medios para nuestros fines”, o en "no darles valor alguno en la indiferencia”. Hasta el más cínico es consiente que la educación es importante para la vida, y que ella constituye el futuro de una Nación. No obstante, también se destruye la cultura del trabajo dando dádivas, teniendo de rehén a la gente para intereses personales. Si la actitud ante una queja, es la estrategia de desgastarla en la indiferencia, se ha perdido el valor de todo. Sólo reinará el caos, la deshumanización, la nada, las calles llenas de piquetes y el miedo. Aquí, es bueno ser un poquito permisivo. El mundo fue terriblemente racional y rigorista. "La barbarie del especialismo” nos llevó a la fragmentación y al "desamor”. El amor desea, el odio rehuye. El amor no conoce poder alguno, ni nada que separe ni oponga diferencias de jerarquías, se entrega totalmente.

Solemos ser "hijos del rigor”, desde actitudes hostiles, indiferentes, en el librepensamiento que nos anula y condiciona de por vida. Tenemos que empezar a ser humanos, más humanos, terriblemente humanos. Hay que aprender a amar, aprender a ser buenos, que sin caer en ingenuidad, aprendamos a experimentar en nuestras almas, los cálidos hallazgos que han hechos las personas que se aman. Sólo desde allí, fuera de la intelectualidad y del pensar idealista sesgado y vacío, alguien podrá tener la actitud sensible de ponerse en el lugar del otro para poder escucharlo, comprenderlo y ayudarlo.

(*) Periodista, filósofo y escritor.