Algarabía de los chilenos tras la consulta por la reforma de la Constitución.

Según el plan del presidente de Chile, Sebastián Piñera, luego de las masivas protestas callejeras que sacudieron a su país el año pasado, los chilenos ahora elegirán una asamblea constituyente de 155 miembros que redactará una nueva Constitución para reemplazar la aprobada por el régimen del general Augusto Pinochet hace 30 años.


La nueva Constitución deberá ser aprobada por una mayoría de dos tercios de la Asamblea Constituyente, y el texto final deberá ser aprobado por los votantes chilenos en un referéndum en 2022.


Contrariamente a las afirmaciones de Maduro y otros miembros de la izquierda "jurásica", las protestas masivas de Chile en 2019 fueron producto del éxito económico más que de sus fracasos.


Tal como lo escribí en ese momento, las protestas chilenas fueron una especie de revuelta del primer mundo, parecidas a las de los "chalecos amarillos" de Francia o la de los "indignados" de España. Reflejaron una crisis de expectativas no cumplidas de una buena parte de la población chilena que no se ve suficientemente favorecida por la prosperidad macroeconómica del país.

"El voto por una nueva Constitución no fue un voto de la izquierda", dijo el ministro de Finanzas de Chile, Felipe Larraín. "Fue una votación de un grupo de personas muy heterogéneo".

Aunque el modelo chileno puede necesitar correcciones, ha sido "de lejos" el experimento social más exitoso de América latina. La tasa de pobreza de Chile ha caído del 40% de la población hace 30 años a menos del 10% en la actualidad. La esperanza de vida ha aumentado de 69 a 79 años durante el mismo período y, contrariamente a lo que muchos creen, la desigualdad ha ido disminuyendo.


A pesar de los esfuerzos del Partido Comunista de Chile para ponerse al frente de las protestas, las manifestaciones de Chile han sido apoyadas por personas de todo el espectro político.


Por otra parte, los partidos de centroderecha de Chile, si quieren sobrevivir, tendrán que unirse y presentar una lista común de candidatos para la Asamblea Constituyente. Eso les permitiría asegurar que la nueva Constitución continúe garantizando la independencia del Banco Central y aprobar salvaguardas para evitar que Chile caiga en el populismo.


Si son inteligentes, los partidos moderados propondrán una agenda positiva, algo como "convirtamos a Chile en una Dinamarca, y no en una Venezuela".


El ex presidente chileno Ricardo Lagos sostiene que la sugerencia de Maduro de que el voto chileno fue un triunfo de la izquierda bolivariana "es una exageración y un abuso".


Estoy de acuerdo. Con algunos ajustes, Chile puede salir fortalecido de todo esto, y seguir siendo el modelo a seguir para América latina por muchos años.

Por Andrés Oppenheimer 
Columnista de The Miami Herald y nuevo Herald, Miami, EEUU.