En algunas ocasiones me gusta preguntarle a mis alumnos en la universidad o inclusive a profesionales y empresarios comprometidos con la calidad ¿qué es más educativo: el "éxito'' o el "fracaso''? y la respuesta que recibo casi automáticamente es: "es más educativo el fracaso'', a lo que respondo: pues entonces, si se tienen que hacer una operación del corazón, vayan a un médico al que se le mueren los pacientes o para aprender algo muy importante, asistan a clase con malos profesores o lean un libro mal escrito.


Algunos dicen que es necesario el fracaso para poder aprender y sostienen que un gran inventor como Thomas Alba Edison, contaba que sólo había logrado el éxito en menos del 10% de sus experimentos. En el 90% había fracasado.


Cabría preguntarnos entonces: ¿Qué porcentaje de fracaso es tolerable en un cirujano? ¿o en un psiquiatra? ¿o en un arquitecto para la construcción de edificios? ¿o en un ingeniero que construye puentes? o ¿en un político?

"Creo que muchas veces miramos a los perdedores para ver ¿cómo hacen los que fracasan? y así justificar nuestra propia incapacidad...'' 

Alguien podría afirmar: no nos hagamos problema por los fracasos que hemos experimentado los argentinos en la política, en la educación, en la salud en la economía, en la justicia... ¡Estamos aprendiendo!


Confundir el camino de la investigación, la innovación y la experimentación con la exaltación del fracaso podría ser un error moral y mortal.


Comparto esta reflexión ahora pues en estos días, como anunciaba DIARIO DE CUYO, acaban de otorgar la medalla de oro del Premio Nacional a la Calidad al Instituto de Investigaciones Tecnológicas de San Juan.


Puedo dar fe del gran esfuerzo que supone para estas reparticiones llegar a esta instancia, pues hace algunos años tuve la alegría de recibir de manos del Presidente de la Nación el Premio Nacional a la Calidad. Lo habíamos ganado con la institución a la que pertenecía por aquel tiempo. 


Tanto para el caso del Premio Provincial a la Calidad de San Juan, (similar al que se otorga ahora pero a nivel provincial), cómo a nivel nacional, el premio se otorga a quienes aplican el modelos de gestión y de autoevaluación institucional, son visitados por uno o varios evaluadores especialmente preparados para la ocasión (15 en mi caso) y han logrado demostrar un alto compromiso con la calidad y la mejora continua, distinguiéndose entre otras organizaciones del sector. Es una excelente noticia para San Juan y para toda la Argentina que tengamos en el Sector Público equipos que están tan comprometidos con la calidad y la mejora continua.


No es que tenga una mirada triunfalista. Ella tampoco sirve.


Creo que muchas veces miramos a los perdedores para ver ¿cómo hacen los que fracasan? y así justificar nuestra propia incapacidad y de este modo evitar comprometernos con el cambio y la transformación propia, institucional y social.


La reflexión puede parecer provocativa, pero en el desafío personal e institucional, la competencia con uno mismo y la búsqueda permanente de la mejora continua, descubro que está gran parte de la clave para resolver la mayoría de los problemas que vivimos los argentinos en estos tiempos, que tanto nos vinculan tristemente con la tan difundida y casi justificada mediocridad.

Por Gustavo Carlos Mangisch
Director de la Maestría en Gestión de Nuevas Tecnologías en Comunicación de la UCCuyo e integrante de la Fundación Premio Nacional a la Calidad.