Maduro presentó el nuevo billete de 100 mil bolívares para fortalecer la política de protección
 social de los trabajadores y familias.

Mucha gente que ha ganado mucho dinero invirtiendo en bonos venezolanos en los últimos años podría perder esa ganancia si la dictadura de Venezuela deja de pagar intereses a los bonistas, como muchos vaticinan que sucederá en breve. Pero no creo que deberíamos derramar muchas lágrimas por los tenedores de bonos venezolanos.


Quienes compraron estos bonos se lo merecerían. Además, el espectáculo de un default venezolano que sería el primero de un país grande desde el default de Argentina en 2001 ayudaría a convencer a los inversionistas de todo el mundo de que no es un buen negocio invertir en empresas estatales de regímenes represivos.


El presidente venezolano, Nicolás Maduro, anunció recientemente que reestructurará las deudas de su país, incluidas las de PDVSA, el monopolio petrolero estatal que es la única fuente de ingresos del país. Quienes compraron bonos de PDVSA recibieron rendimientos anuales superiores al 14 %, más del triple de lo que obtienen de la mayoría de los bonos.


Pero lo más probable es que muy pocos de los grandes acreedores internacionales acepten la oferta de Maduro de reestructurar sus pagos, desafiando las sanciones de los EEUU que en muchos casos prohíben hacerlo.


Y los tenedores de bonos estarán aún menos dispuestos a negociar una restructuración de pagos con el hombre a quien Maduro designó como principal negociador de Venezuela: el vicepresidente Tareck El Aissami. El Departamento del Tesoro de EEUU a principios de año designó a El Aissami como "capo de la droga", y prohibió a los estadounidenses tener ningún trato comercial con él.


Además de eso, hay pocos incentivos para que los acreedores extranjeros negocien, porque difícilmente recuperen su dinero bajo el actual régimen.


La economía de Venezuela se ha desplomado en más del 30% en los últimos tres años, y se prevé que la inflación llegue al 2.300% anual en 2018, y sea la más alta del mundo, según el Fondo Monetario Internacional.


Muchas personas me han preguntado por qué Maduro, que dice ser socialista, siguió pagando a los bonistas todos estos años, en lugar de usar el dinero para importaciones de alimentos y medicinas que los venezolanos necesitan desesperadamente.


La primera razón es que, a diferencia de lo que pasó cuando Argentina se declaró en default en 2001, Venezuela tiene muchos bienes en el extranjero que los acreedores podrían confiscar, como la compañía petrolera Citgo en los Estados Unidos.


La segunda razón, menos conocida, es que la mayoría de los compradores de bonos venezolanos fueron chavistas o "enchufados", como llaman en Venezuela a los miembros de la elite gobernante y sus empresarios amigos.


Si Venezuela entra en default, será una razón más para promover las inversiones socialmente responsables, incluso cuando dictaduras como esta ofrecen rendimientos anuales de más del 14 por ciento.