En el mes del natalicio de Domingo F. Sarmiento deseamos destacar su trayectoria como gran lector, escritor y por lo tanto conocedor de las normas de la lengua. Próximos a recordarse, el 21 de febrero, el Día Internacional de la lengua materna declarado por la Unesco, qué mejor que considerar sus reflexiones acerca de nuestro idioma.


Se podría decir que como lingüista y educador prestó mucha atención a la lengua oral, donde el hablante hace uso de la lengua con más espontaneidad. En su obra "Recuerdos de Provincia" reflexiona acerca de una "familia establecida en los suburbios (que) conservaba peculiaridades del idioma antiguo". Decían "ellas y sus hijas, cojeldo (por cojedlo), tomaldo, truje, ansina (por así), y otros vocablos que pertenecen al siglo XVII, y para el vulgo prestaban asidero a la crítica". Se trata de arcaísmos y términos en desuso ya para aquella época inclusive.


Además menciona voces propias de la cocina, al recordar su niñez nos habla del "mendugrillo de pan (mendrugo: pedazo de pan duro o desechado) "para soparlo en el caldo del puchero", o la "cemita redonda i sabrosa", también de utensilios como el "cucharón de palo". En esta visión retrospectiva imagina a su madre "tomar mate por las mañanas con su brasero i caldera de agua puesto en frente en el piso inferior".

Domingo F. Sarmiento


Otro campo semántico que se refleja en sus escritos tiene relación con los embrujos y hechizos. Menciona a "Ña Cíeme" (doña Cíeme), india pura, quien repetía una frase "pues vóyeme yo", en lugar de decir me voy (yo). Personaje singular ya que se creía bruja y contaba acerca de que había varias "brujitas en el Barrio de Puyuta", que iban al "Campo Santo" (Cementerio) donde practicaban ritos de "brujería".


Por otra parte como periodista en su participación en el Diario "El Mercurio" de Valparaíso de Chile, tuvo grandes polémicas a través de las páginas de este periódico, "que vio acrecentar con este motivo su circulación en Santiago, donde esperaban con ansiedad la llegada de los últimos ejemplares para imponerse de los conceptos que vertía el ácido redactor, y que luego circulaban por los salones y corrillos intelectuales". El primero versó sobre el "lenguaje popular" y el derecho que tiene el pueblo a imponer su sello y su uso al idioma, por sobre las reglas de gramáticos y puristas del lenguaje, lo cual fue conocido como "la cuestión literaria". Y el segundo se refirió a la corriente "romántica" que por aquellos años llegaba desde Europa y que también "estaba vinculada con lo anterior".


"Sarmiento atribuye al pueblo la voluntad de cambiar y transformar el idioma, de modo que se adapte a los usos y variaciones que este va generando para denominar y describir las nuevas situaciones que va deparando el devenir histórico. Resta valor, en este sentido, a la labor de gramáticos y juristas que pretenden fijar una versión estática y anquilosada del idioma, que no da cuenta de las nuevas condiciones a las que arriba la sociedad".


Su insistencia, su objetivo más claro estaba basado en que los niños se dedicaran a la lectura, en definitiva la herramienta más válida para acceder al conocimiento, la llave para abrir puertas durante sus vidas. Y a través del conocimiento de la lengua se puede contribuir con la cultura, para su conformación y consolidación.


Se trataba en definitiva de educar al pueblo, sí seguramente esta fue su meta más preciada.

Por la Dra. Gladys Aballay Meglioli. Filología Hispánica