El apercibimiento escolar a Bianca desencadenó una protesta de los compañeros expresada a través de su vestimenta.

Todo el país ha estado pendiente en estos días del caso de Bianca Schissi, la adolescente que concurre al Secundario Reconquista de Villa Urquiza, en Buenos Aires y que fue apercibida por la rectora del establecimiento por concurrir a clases sin corpiño. Esta situación puede parecer intrascendente, pero encierra todo un contexto vinculado a lo que la moda, en todo los tiempos, ha representado y al lenguaje propio que tiene vestirse de una u otra forma y que los jóvenes lo utilizan para llegar con mensajes a los adultos, que no siempre los escuchan.


La vestimenta, en todas las épocas ha funcionado como un lenguaje propio. Los hippys, en la década del '60 usaban vinchas, camisas coloridas y pantalones anchos. Para quienes no se identificaban con esa tendencia, los veían como personas muy raras que no encajaban en un esquema donde el saco y la corbata, para los hombres, y los amplios vestidos con vuelo, para las mujeres era lo normal. La vestimenta hippy había surgido como una forma de protesta social que molestaba a mucha gente "'grande'' o encuadrada en los parámetros habituales. Más delante vendrían otras formas de vestimenta, con cortes provocativos que causaban el mismo efecto: diferenciar generacionalmente a los grupos etarios de cada sociedad.


En este caso, transitar por la vida sin corpiño no tiene nada de malo, al contrario a algunas mujeres les puede resultar muy cómodo. El problema radica en los ámbitos en que se lo hace y la denuncia que se pretende expresar con una forma de vestir que no es la más apropiada. Normalmente, a nadie se le ocurriría ir a una iglesia, un santuario o un sitio sagrado, de short y el torso desnudo o con bikini. Se conoce que hay pautas religiosas que no lo aconsejan y que hacerlo sería provocativo.


En el ámbito laboral, la informalidad en el vestuario fue adoptada por la generación que irrumpió en el mundo de la informática. Los tecnológicos y genios de las computadoras de finales del siglo pasado se distinguían por su forma casual de vestir, una tendencia que luego se fue moderando como ocurre con todas las moda que aparecen de un día para otro.


La mayoría de los jóvenes saben que para asistir a una institución educativa se debe vestir con cierto decoro, más allá de que en esos tiempos ya no se les exija camisa blanca y corbata. Pero está eso de ir probando límites y un buen día asisten con bermuda, gomones, camisa hawaiana, o como en este caso, vestido largo tipo musculosa y sin corpiño. Volvemos a decir, no tiene nada de malo, lo que si puede significar es que se está probando hasta donde llegan los límites, en función de que en el país estamos atravesando por una etapa de cambios y transformaciones. Los jóvenes también quieren sumarse a ese proceso y lo hacen con una de las formas que utilizan para llamar la atención; su vestimenta.


Si nadie hubiese dicho nada, es muy probable que hubiesen ocurrido una de estas dos cosas: Que en un futuro próximo todas las chicas vistan de la misma forma de Bianca, o que al ver que no son tenidas en cuenta, vuelvan a su indumentaria tradicional para concurrir al colegio. También puede llegar a ocurrir que el frío de los meses centrales del año, que por ahora se resiste a llegar, condicione a estas niñas a colocarse más ropa encima, incluido el polémico corpiño. Entonces el tema estará solucionado y archivado.