Estamos ya en vísperas de Navidad. La festividad religiosa en la que los cristianos recordamos el nacimiento de Jesús. De hecho, la misma palabra "navidad'' que procede del latín, significa nacimiento. Sin embargo, es una celebración que trasciende el ámbito religioso y se extiende al mundo entero. Es cierto que los excesivos ribetes paganos, nos hacen perder el centro de la festividad. Muchas veces el foco no está puesto en el misterio del pesebre, sino en ostentosos arbolitos de Navidad o en los regalos de un Papá Noel con bolsillos cada vez más flacos. Pero también es cierto que la humanidad toda recuerda en esta fecha la importancia de los valores que nos humanizan, como es el amor, la paz y la esperanza.


Sin embargo, esta Navidad será distinta. No ha sido un año fácil para nadie, tampoco para los argentinos. Baste recordar los devastadores efectos sanitarios, económicos y sociales de la pandemia, los hermanos que se fueron víctimas del covid-19, la caída de millones de argentinos bajo la línea de pobreza. A este panorama desolador debemos sumar las lacerantes divisiones provocadas por una clase dirigencial que parece ajena a esta dura realidad.


Frente a estos contextos, más que nunca debemos estar atentos al mensaje silencioso del pesebre: "Que todos sean Uno, Padre'' (Jn. 17,21) Ese deseo mundial de hermandad del que nos habla el Papa Francisco nos convoca a caminar como "una única humanidad o como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos'' (Fratelli Tutti,8).

La pandemia nos ha arrojado a la cara un dato que de tanto exitismo desmedido habíamos olvidado: nuestra fragilidad humana.

Debemos volver la mirada al pesebre y rescatar aquellos valores universales que nos hermanan. Vayamos, pues, a Belén, como decían los pastores, y veamos lo que ha sucedido (Lc 2,15). Tal vez allí encontremos algunas respuestas que arrojen luz en medio de la oscuridad. Oscuridad que ofusca la razón y confunde la realidad de las cosas, para que la verdad no aparezca. No decaigamos en el noble empeño de correr velos para que la verdad emerja con fuerza. La luz por sí misma resplandece en la oscuridad, ese es su destino natural. Tal vez en un tiempo de confusiones, dobles discursos, y aparentes derrotas, nuestra misión sea poner la lámpara sobre el candelero, para los que entren vean la luz (Lc. 11,33). 


La contemplación de la escena del pesebre nos debe poner nuevamente en ese camino. Sacar la luz del sótano donde depositamos cacharros viejos e iluminar a los que habitan en la casa. Cada cual pondrá nombre a esos cacharros: vanidad, tibieza, miedo, apatía moral, individualismo exacerbado. En esa caja de madera (almud o celemín), el alcance de la luz sería muy limitado, o a falta de oxígeno, rápidamente se extinguiría.


Esta Navidad, será particularmente diferente. La pandemia nos ha arrojado a la cara un dato que de tanto exitismo desmedido habíamos olvidado: nuestra fragilidad humana. Sí tan solo volvemos la mirada hacia el pesebre, veremos allí la lección más grande de humildad. Dios se hizo hombre y un humilde establo fue su primera morada. He aquí otro mensaje para recordar.


Pero también será un tiempo signado por la contradicción. Y no sólo para creyentes. Porque más allá de nuestra fe, todos coincidiremos en que celebramos una natividad, un nacimiento. Con el gozo y la alegría, propios de tamaño acontecimiento. Mientras tanto, simultáneamente, el Senado se aprestará a convertir en derecho, una práctica opuesta a nacer (orior), el aborto (aborior). Se ha calificado al proyecto como extemporáneo, pero es mucho más que eso, es un agravio al sentir y a la fe de millones de argentinos. Miro de nuevo al pesebre y pienso que es hora de sacar la luz del almud, poner aceite de olivas al candelabro, para encender las lámparas (Levítico 24,2) e iluminar la oscuridad. No decaigamos en el empeño: o sacamos la luz del almud o la oscuridad nos terminará apagando. 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo