Coinciden opinólogos de la política en un concepto que parece peligroso, pero inspirador a la vez: cada vez es más difícil seducir a los votantes porque las viejas herramientas ya no arrojan los mismos resultados. Este nuevo escenario resulta riesgoso para la dirigencia política, ya que necesariamente obligará a pensar un cambio en las fórmulas de seducción; pero exuda filantropía al mismo tiempo, porque es muy positivo para el conjunto que los votantes ejerzan presión sobre las decisiones de quienes empuñan el poder. Existe un llamativo desinterés popular por la obra pública, por ejemplo. Ni siquiera las viviendas, otrora gran herramienta electoral, garantiza devolución en votos. Hace algunos años rehacer el Centro Cívico o refaccionar a nuevo el hospital más grande de la provincia aseguraba elecciones. Eso ya no pasa. El votante le está corriendo el arco a los partidos, y a los políticos, del oficialismo y de la oposición, les cuesta encontrar la solución a este nuevo escenario. Nadie sale de la sorpresa. Los que saben de comunicación en campaña dicen que la empatía le está ganando espacio a los grandes anuncios, a las promesas de cambios radicales a largo o mediano plazo. Que más vale un político cercano a uno que promete o ejecute obras faraónicas. En algunos despachos oficiales justifican esta apatía del electorado con el hecho de que el Justicialismo viene apostando a la obra pública como herramienta económica y de sostenimiento electoral desde hace demasiado tiempo, lo que provoca aceptables índices económicos, pero también cierto relajamiento en cuanto a las estrategias en tiempos de elecciones. "La gente se acostumbró a vivir mejor y ahora reclama otras cosas", dicen. Las rutas, los puentes, los estadios, la iluminación, las casas, apuntan a que los habitantes vivan en un lugar más amigable y, a su vez, mientras más se invierte en cemento más personas tienen trabajo, pueden desenvolverse y derramar recursos. Esa fórmula está muriendo en su costado electoral. Funciona para las economías y debe continuar, pero ya no es suficiente para sostener un proyecto político. Es muy probable que el encierro por la pandemia y la lapidaria inflación del país hayan provocado que ese mal ánimo popular se expanda a niveles que pocos logran comprender. Por ahora sólo existen lecturas sobre las consecuencias, pero poco se sabe del génesis. 


Además de ese complejo escenario, existe otro problema que de a poco va ganando rincones en todo el país. En las democracias, dudosas o firmes, las elecciones ya no se ganan por 20 o 30 puntos. En cualquier parte del mundo las segundas vueltas electorales y las victorias agónicas dominan la normalidad. Pedro Castillo, en Perú, le ganó el balotaje a Keiko Fujimori por 44.263 votos, en un país de casi 33 millones de habitantes. Gabriel Boric, en Chile, perdió la primera vuelta frente al ultraderechista José Antonio Katz por 146.610 sufragios. Después dio vuelta la historia en el balotaje y la diferencia fue mayor, de 970.802 votos. En Chile viven 19,12 millones de personas. Hoy se celebra la segunda vuelta electoral en Francia, donde se enfrentan el actual presidente Emmanuel Macron y Marine Le Pen. En el primer turno electoral al mandatario lo apoyó el 27,8% de los franceses, y a su rival el 23,1%; es decir, la diferencia fue de sólo el 4,7%. Ahora los sondeos venían arrojando una fuerte diferencia a favor del hombre, pero en las últimas horas cambiaron y ahora dan un ¿ajustado? 57% para Macron y 43% para Le Pen. En Argentina, el año pasado, más allá de la aplastante derrota nacional del Frente de Todos a manos de Juntos por el Cambio, el peronismo ganó en San Juan, Tucumán, Salta y el Chaco por muy pocos votos y lo mismo le pasó a la oposición en Buenos Aires, San Luis, Misiones y La Pampa. Después, las diferencias más grandes se dieron en Santiago del Estero (50.3%), Jujuy (23,1%), Mendoza (23,4%), Ciudad Autónoma de Buenos Aires (21,1%) y Córdoba (29%). En Neuquén, Ríos Negro, Chubut y Santa Cruz, la franja entre primero y segundo no superó los 10 puntos, y sólo en Corrientes y Entre Ríos la diferencia entre frentes pasó la decena de puntos. Las provincias donde la ventaja fue aplastante fueron menos que donde los resultados terminaron más ajustados. El promedio nacional se explica con la cantidad de votantes de los distritos donde Juntos obtuvo la victoria, ya que son algunos de los de mayor cantidad de habitantes y distancias más notorias. Cada voto se cuida muchísimo más que antes. Cada crítica duele más, cada error cuesta más caro. Hay que arriesgar menos, entonces. 

Emilio Baistrocchi, intendente de Capital.



En este contexto, resulta llamativamente arriesgada la jugada del intendente de la Ciudad de San Juan, Emilio Baistrocchi, con la histórica repavimentación de las tres avenidas más transitadas que tiene el departamento. La mayoría de las personas que van a disfrutar la obra, no viven ni votan según los intereses del jefe comunal. Quizás allí, justamente, podría recalar la justificación de semejante movimiento: ¿Baistrocchi le apuntará a los vecinos de la Ciudad o a todo San Juan? Se sabe que Capital es el departamento que acarrea la mayor cantidad de críticos de los 19 que tiene la provincia, porque por sus límites circulan personas de casi todos los distritos. Si el trabajo es malo, es lapidario para cualquiera con aspiraciones provinciales o de reelección, quizás. Pero en sentido contrario, si es bueno, podría otorgar respaldo que no tendrá ningún otro intendente. Pero ¿por qué Baistrocchi aspiraría a provincializar su figura después de la derrota electoral del año pasado? La respuesta es muy sencilla: por las dudas. No hay demasiados actores alrededor del gobernador Sergio Uñac que puedan reemplazarlo si es que al pocitano se le da competir por el sillón de Rivadavia y se sabe que si Uñac tiene esa oportunidad y gana, habrá que llamar a elecciones nuevamente. Si Baistrocchi logra sacar la cabeza del pozo en el que se metió luego de la contienda nacional del año pasado, podría reclamar estar en la línea de largada. Es cierto que el peronismo es lapidario con las derrotas, pero también es verdad que el escenario va cambiando a velocidad la luz y que, de los pocos posibles, Baistrocchi corre con alguna ventaja en cuanto a la exposición pública, gracias a su cargo y a una oposición que tendrá problemas para elegir un candidato. Ya hay ruido entre el Pro y Producción y Trabajo por la postulación capitalina. Y eso que aún no aparece Rodolfo Colombo, el único opositor que verdaderamente puede ofrecer algún caudal de sufragios en territorio "Baistroniano". 


El intendente mira atentamente los movimientos de Uñac y hasta parece intentar imitarlo, sobre todo en el pragmatismo. Lo hizo cuando se calzó el traje de candidato a intendente sobre la hora, también al proponer cambios en el Poder Judicial mientras fue Ministro de Gobierno, y hasta cuando encaró el Digesto Jurídico de la Cámara de Diputados cuando le tocó ser Secretario Legislativo de ese poder del Estado. Aprendió a no tenerle miedo a la pileta y tirarse. Le salió bien un par de veces. Hay que ver si esta es la tercera y si verdaderamente hay agua.