Resulta triste advertir una vez más el intento de esconder una mala intención detrás de una expresión inocente. En la expresión "soberanía alimentaria" se transmite una idea falsa, la de que nuestro país necesitaría "liberarse" de alguna opresión alimentaria de la cual estaría dependiendo, para agregar la última palabra mágica, "independencia". Lo mismo se decía de los teléfonos cuando eran "argentinos", de la luz eléctrica cuando todo era de Agua y Energía, de los vuelos con Aerolíneas, del Correo cuando era monopólico, de YPF única empresa mundial de petróleo que perdía plata o hasta de los recursos mineros considerados "estratégicos" por los gobiernos militares que hicieron depender todos los yacimientos de la nación. Se llegó a hacer juicios civiles para heredar una línea telefónica, a perder encomiendas robadas en el correo, a usar YPF como fuente de préstamos externos para pagar sueldos, a comprar grupos electrógenos por los frecuentes cortes de luz y resignar a los ingenieros y geólogos a trabajar para Direcciones de Minas que nunca encontraban nada. Pero, eso sí, teníamos "soberanía" económica. La Junta Nacional de Granos que también la hubo para carnes, exigía que los productores vendieran todo al Estado y era éste el que exportaba quedándose con la diferencia de precio dado que compraba al precio que disponía el burócrata de turno. Lo más absurdo de este caso es que el concepto de "soberanía alimentaria" fue acuñado por países que carecen de alimentos, los debían importar y pretendían cerrar fronteras comerciales mediante el cobro de altos aranceles para promover el sembrado y la industrialización propios. Eso también ha explicado el subsidio a productos del agro en ciertos países de Europa abaratando precios para promover exportaciones o para mejorar el consumo interno. De eso nos hemos quejado en la Organización Mundial de Comercio poniéndole el nombre de "dumping", es decir, vender afuera por debajo del costo interno de producción. Nuestro país tiene muchas falencias pero si algo le sobran son alimentos. Para comprobarlo basta ir a cualquier supermercado y verificar cuántos artículos importados hay respecto de los nacionales. Muy pocos comparados con Chile donde es difícil encontrar un producto chileno salvo frutas, verduras, frutos de mar, vinos o Pisco. Más aun, cuando la Food and Agriculture Organization, FAO de las Naciones Unidas apoyó para Latinoamérica la campaña "hambre cero" diseñada por Lula en Brasil, designó a la Argentina como país donante, no como receptor. Frecuentemente escuchamos a nuestros políticos decir que podemos dar comida a 400 millones de personas siendo apenas 45 millones. "Soberanía alimentaria". No debería hacer falta recordar que nuestra principal exportación es de granos y que ésa parece ser la verdadera razón del intento de copamiento de la empresa Vicentín, para usar un lenguaje cercano a los hábitos de la izquierda peronista. Lo más grave de este relato para San Juan será la eventual afectación del patrimonio de Glencore, la multinacional exportadora de materias primas, socia de Vicentín y propietaria de los derechos de explotación de nuestra mina de cobre El Pachón. Cuenta la historia local que en el año 1959, el por entonces intendente de la Capital, Alfredo Avelín, designado por el gobernador Américo García, inauguró una farmacia para los empleados y luego la abrió al público en general, intentando competir no sólo con los demás establecimientos de la zona sino creando un problema internacional a Arturo Frondizi, ya que los principales laboratorios de esa época eran suizos, igual que Glencore. El ministro del Interior Alfredo Vítolo intentó sin éxito convencer al joven intendente quien logró la hazaña de causar una huelga general de farmacias en todo el país, caso tal vez único en la historia. Frondizi, acosado por las bayonetas militares antiperonistas al punto de que finalmente lograron tumbarlo, no estaba en condiciones de permitirse el lujo de adosar un problema tan absurdo, García exigió la renuncia de Avelín y así nació la Cruzada Renovadora. El Gobierno nacional lleva varias medidas que son contradictorias entre sí. Se mantiene en convocatoria por su propia deuda y califica al proceso de Vicentín, que cursa la primera etapa de un concurso totalmente legal, de "intervención y posterior expropiación inevitables". Seguir esa lógica sería lo mismo que admitir que nuestro país fuera intervenido por la ONU por no poder pagar sus deudas. Una locura cuando hay otros problemas mucho más urgentes que resolver. En vistas de las eventuales consecuencias internacionales, financieras y sociales estas últimas en Santa Fe, uno de los principales distritos del país, hubiera sido imprescindible la consulta a ministerios tan cercanos como relaciones exteriores, economía, agricultura y con gobernadores de provincias que esperan inversiones importantes y hasta de la misma empresa que podría ser expropiada. No tener panorama es como tener en el fútbol un mediocampista que juega con la cabeza gacha, sin mirar por dónde corren sus compañeros o por dónde vienen los atacantes. Una farmacia municipal casi crea un problema internacional y consiguió motivar una huelga federal. Los cacerolazos inesperados del martes, las marchas del campo y el abroquelamiento de la oposición son más un pedido de cordura que una protesta por el avasallamiento de la Constitución y las prácticas normales de un concurso comercial entre particulares en los que el Estado no tiene parte. Si faltaba algo para desnudar este golpe ideológico los supuestos beneficiarios de la intervención, acreedores de Vicentín, son los primeros que se opusieron impidiendo el ingreso de los funcionarios usurpadores. En definitiva, cualquier cosa, menos "soberanía alimentaria".