Este domingo leemos el evangelio de san Lucas 18, 1-8: ‘En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.
‘Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:
‘Hazme justicia frente a mi adversario’’.
Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:
‘Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme’’.
Y el Señor añadió:
‘Fíjense en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; Les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?’’.
El evangelio sigue mostrando su sensibilidad con los problemas de los pobres. En el Antiguo Testamento, las historias entre jueces y viudas, se multiplican incesantemente. Son bien conocidos los jueces injustos y las viudas desvalidas (Am 5,7.10-13). el mismo Lucas es quien más se ha permitido hablar de mujeres viudas en su evangelio.
En lo que se refiere a la parábola que nos propone, no hay por qué pensar que se tratara de una viuda anciana. Eran muchas las de edad joven. Su futuro lo debían resolver luchando. Si a ello añadimos que la mujer no tenía posibilidades en aquella sociedad judía, entenderemos mejor los propósitos de Lucas, que es el evangelista que mejor ha plasmado el papel de la mujer en la comunidad cristiana primitiva y de la misma sociedad.
¿Quién es más importante aquí, el juez o la viuda?
Por una parte la mujer que no se atemoriza e insiste para que se le haga justicia. Pero también es verdad que este juez, a diferencia de los que se presentan en el A. Testamento, llega a convencerse que esta mujer, con su insistencia, puede llegar a hacerle la vida incómoda o casi imposible. Lo hace desde sus armas: su palabra y su constancia o perseverancia; no usa métodos violentos, pero sí convicción. Por eso al final, sin convencimiento personal, el juez decide hacerle justicia. la comparación es más o menos como en la parábola del amigo inoportuno de medianoche (Lc 11, 5-8): la perseverancia puede conseguir lo que parece imposible. Pero si eso lo hacen los hombres injustos, como el juez, ¿qué no hará Dios, el más justo de todos, cuando se pide con perseverancia?
Dios, a diferencia del juez, es más Padre que otra cosa; ciertamente juzga, pero es padre y tiene corazón. Escucha desde el amor. De esa manera se entiende que reaccionará de forma más sensible a la actitud de confianza y perseverancia de los que le piden, y especialmente de los que han sido desposeídos de su dignidad, de su verdad y de su felicidad.
¿Tiene que ver algo en este texto el tema de la oración perseverante?
No podemos reducir el texto y la parábola a una cuestión reivindicativa de justicia. el final del texto es sintomático: ‘Dios hará prontamente justicia a los que le piden’’ (v.8). Dios no dilatará el concedernos lo que le pedimos, tendrá el corazón abierto a ello.
Esta parábola nos inculca la ‘confianza’’ en Dios más que en los hombres y sus leyes. ¿Se puede ir por la vida con esa confianza en Dios? ¡Claro que sí! es una experiencia personal. Y tendrá pleno sentido esta acción de Dios frente a muchas situaciones que debemos vivir en lo íntimo, sabiendo que mientras otros nos despojan de nuestra justicia, Dios está con nosotros. ¿es una certeza plena en nuestra vida?

