* Por Luisa Aciar
(Instructora Líder de la Filosofía del Éxito de Napoleón Hill en Argentina y Bioneurocoach)
Hay heridas que no sangran pero duelen todos los días. Heridas invisibles que nacieron cuando éramos niños y empezamos a creer que no éramos suficientes. Que no éramos dignos de amor si no complacíamos, si no rendíamos, si no nos adaptábamos. Aprendimos a exigirnos más de lo que nos dábamos, a juzgarnos más de lo que nos entendíamos. Y así crecimos: con el amor propio lastimado, roto, abandonado.
La falta de amor propio no grita, susurra en decisiones pequeñas pero decisivas. Se manifiesta cuando aceptamos migajas, cuando nos quedamos en lugares donde no somos amados, cuando mendigamos atención o permitimos ser la opción y no la prioridad. Se cuela en relaciones donde nos apagan la voz, nos minimizan el brillo o nos hacen creer que tenemos que luchar por merecer lo básico: respeto, presencia, cuidado.Y lo más profundo -y lo más duro- es que muchas veces no lo notamos. Porque estamos tan acostumbrados al dolor que ya no lo identificamos como tal. Porque repetir un patrón de desamor disfrazado de apego se ha vuelto tan normal, que creemos que eso es lo que merecemos. Pero no. No naciste para conformarte. Naciste para florecer.
La raíz de todo esto no está afuera, está adentro. Y más adentro todavía está la medicina. Lo que hoy buscas desesperadamente en otros -que te elijan, te valoren, te reconozcan, te cuiden, te vean- es precisamente lo que no estás sabiendo darte. Lo que reclamás de tus vínculos es lo que no sabés entregarte en tu vida íntima. ¿Y sabés qué? Eso no es egoísmo. Eso es honestidad emocional. Eso es despertar.
Amarte no es solo decir afirmaciones lindas frente al espejo. Amarte es aprender a sostenerte cuando nadie lo hace. Es no abandonarte nunca más. Es decidir no traicionarte por miedo a perder a otro. Es convertirte en tu refugio, tu voz de aliento, tu sostén y tu certeza.
Y aquí viene una frase que puede transformarlo todo: “Llegó la hora de comenzar a mirarte tal y como Dios te ve” Porque Dios no te juzga como vos te juzgás. Él no ve tus errores como defectos ni tus caídas como condenas. Te ve completo, perfecto, suficiente. Tal cual sos.
¿Y vos? ¿Podés empezar a verte así también?
Dejá que el amor de Dios por vos sea el reflejo de cómo decidís amarte de ahora en adelante. Que esa mirada sagrada y compasiva sea el espejo donde aprendas a reconocerte. Porque cuando cambiás la forma en que te ves, cambiás la forma en que te tratás. Y eso cambia todo lo demás: tus elecciones, tus relaciones, tu vida entera.
Ya no más mendigar. Ya no más permanecer en donde no hay reciprocidad. Ya no más callar para agradar. Hoy es el día en que tu alma te pide que te elijas. Que digas que sí a tu sanación, a tu reconstrucción, a tu verdad. No se trata de hacer ruido ni de ser la más fuerte: se trata de serte fiel.
Porque el amor propio no es un destino, es un camino. Es una práctica diaria de respeto, cuidado, perdón y presencia. Y es también una revolución silenciosa: cuando te amás bien, elevás tu estándar, y el universo entero empieza a responder de otra manera.
Así que si este texto te toca, si algo se te mueve por dentro, no lo ignores. Abrí la puerta. Escuchá esa voz. Y hacé hoy ese primer acto de amor: hablá con vos con ternura, poné un límite, soltá ese vínculo que no te honra, elegí quedarte donde te sentís en paz.
El día que te ames como merecés, te prometo, no volverás a conformarte jamás.
Y todo lo que estás esperando, va a empezar a llegar.
> EL DATO
LUISA ACIAR
Cel: 264 528749
Redes: @luisaaciar1111

