Pidió perdón, a su propia madre, a su familia. También a la víctima de su violento impulso, casi homicida; dijo que le hubiera gustado que fuera al juicio para decírselo personalmente. Insistió en su versión de que solo es un trabajador, que nunca tuvo problemas con la justicia y que aquella tarde del 25 de diciembre de 2023, en la Villa Hipódromo, disparó tres veces, pero solo para defenderse del porronazo que le tiró y se destrozó en el manubrio de su moto Dante Muñoz (también de la piedra que le tiró un primo de ese hombre), cuando fue a buscarlo para que le devolviera el teléfono y la billetera que le había sustraído de su casa (allí bebían con otro pariente de Muñoz), cuando él fue al baño y, al volver, no encontró ni sus pertenencias ni tampoco a Muñoz.
Esa tarde, a eso de las 19,30, Muñoz no murió de milagro, porque fue trasladado justo a tiempo hasta el hospital Rawson y pudieron salvarlo de las graves heridas que presentaba. Y que incluyeron una operación en la que debieron extirparle el riñón izquierdo y el bazo, además de curarle un pulmón que también resultó dañado.
Ayer, el fletero Jorge Bazán (81) agachó la cabeza con un irreprimible gesto de amargura y apretó fuertemente su mano, con los dedos entrecruzados, cuando escuchó a Natalí Lima (secretaria de la Cámara Penal), dar a conocer la decisión sobre el juicio que tomó el juez, Víctor Hugo Muñoz Carpino: condena de 8 años y 8 meses por el delito de tentativa de homicidio agravado por el uso de un arma de fuego.
‘Qué injusticia mi Dios, qué injusticia’, alcanzó a decir, mientras lo trasladaban esposado de vuelta hacia los calabozos.
Es que Bazán esperaba que el juez adhiriera a la teoría que planteó su abogada defensora, María Filomena Noriega, de que aquella tarde se excedió en el ejercicio de su legítima defensa (partió de la idea de que Muñoz lo atacó primero) o en todo caso le provocó lesiones graves, delitos que tienen penas mucho menores.
En cambio, el magistrado adhirió al planteo del fiscal, Daniel Galvani, para quien se probó que esa tarde Bazán quiso matar a Muñoz y que no lo logró porque la víctima pudo escapar, ya que después del ataque siguió buscándolo en el interior de ese conflictivo barrio rawsino. Por eso Galvani había pedido 12 años de cárcel.
Además de la condena, el magistrado ordenó también comunicarle al juez de Ejecución Penal en turno una irregularidad: el hecho de que Muñoz no declarara en el juicio, porque cuando fueron a buscarlo a su casa para llevarlo a Tribunales no estaba. Y debía estar, porque cumple una condena domiciliaria de 6 meses por dos hechos de amenazas simples contra un chico de 15 años, dijeron fuentes judiciales.

