España sufrió ayer un apagón generalizado, el mayor de su historia que paralizó el transporte público, dejó aviones en tierra, provocó compras de pánico y que puso a los dos países de cabeza mientras comenzaba a reponerse, de a poco, el suministro eléctrico a millones de hogares y empresas. El corte también tuvo alto impacto en Portugal y afectó incluso a varias zonas de Francia e Italia.

Todos en las calles desbordadas clamaban por un taxi o un colectivo ante la falta de trenes, de subtes y de metros. Multitudes abarrotaban las paradas, una escena que se repetía en los aeropuertos con miles de viajeros locales y turistas. Otros suplicaban por un celular con carga para hacer una llamada, mientras el Gobierno pedía limitar el uso de los móviles. Los servicios de rescate recibieron miles de llamadas de ciudadanos atrapados en ascensores o en vagones. Hubo caos ya que los semáforos dejaron de funcionar y hubo atascos.

Sin posnet. Los que tenían efectivo podían compar en los supermercados. Algunos acumularon mucha mercadería.

Hasta ahora se desconoce el origen de fallo eléctrico masivo y no se descarta ninguna hipótesis desde un fenómeno climático hasta un ciberataque.

Algunos hospitales interrumpieron su trabajo, los comercios cerraron sus puertas y los gobiernos de ambos países convocaron reuniones de emergencia mientras trataban de averiguar la causa del apagón masivo que se produjo en torno a las 7.33 de la mañana de Madrid. “Todavía no tenemos información concluyente sobre los motivos de este corte”, dijo el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.

La electricidad empezó a volver en zonas del País Vasco y Barcelona a última hora de la tarde. No estaba claro cuándo podría restablecerse el servicio en su totalidad.

Colas. Las oficinas se vaciaron y todos pugnaban por micros para viajar.

Los hospitales de Madrid y Cataluña suspendieron todas sus actividades médicas rutinarias, pero seguían atendiendo a pacientes críticos con generadores de emergencia. Varias refinerías de petróleo españolas cerraron y algunos comercios minoristas bajaron las persianas.

“No entiendo nada. No sé a quién acudir. Mi hija en Barcelona va a dar a luz. Vamos a perder la conexión para llegar allí”, dijo Angeles Alvarez, una viajera varada frente a la estación de trenes de Atocha, en Madrid. Imágenes de un supermercado madrileño mostraban largas filas en las cajas y estanterías vacías mientras la gente se apresuraba a abastecerse de productos básicos. Y las pantallas de los cajeros automáticos se habían quedado en blanco.

En Portugal se formaron filas en las tiendas de personas que buscaban comprar suministros de emergencia como luces de gas, generadores y baterías.

> Caminar resultó ser lo más seguro

La jornada fue especialmente caótica en las grandes ciudades, donde las redes de metro y los trenes de cercanías suspendieron sus servicios. Los taxis se ofrecieron con cuentagotas, y dejaron de funcionar tanto las aplicaciones de los vehículos VTC como en las de servicios de coche compartido o bicicleta compartida.

Caminar se convirtió en el modo más seguro de llegar de un punto a otro, lo que provocó desplazamientos de varias horas en las grandes ciudades. Afectó comercios, industrias y telecomunicaciones.