En lugares de veraneo, en particular la costa atlántica, proliferan los cuatriciclos utilizados en forma recreativa y la movilización a campo traviesa sin tomar mínimos recaudos de seguridad, tanto en la conducción como para terceros.

Esto alarma tanto a las autoridades como a especialistas en cuestiones viales por las víctimas fatales que ocasiona la imprudencia.

Los cuatriciclos, de diferentes potencias, son herramientas de trabajo rural específico, de trocha angosta, centro de gravedad muy elevado y dirección directa, características que resienten la estabilidad cuando exceden las velocidades recomendadas, y no están diseñados para llevar pasajeros.

Tan grave como el uso discrecional, es la ausencia de una legislación nacional.

El cuatriciclo está exceptuado de la Licencia de configuración de modelo (Resolución 108/2003, de la Secretaría de la Industria, Comercio y Minería), exigida por la Ley Nacional de Tránsito para que un vehículo pueda circular en la vía pública.

En consecuencia, ningún Registro de la Propiedad del Automotor puede otorgar la cédula ni las placas de dominio y por ello no debe circular por la vía pública. Tampoco lo informan a los usuarios los fabricantes, importadores y concesionarios.

Obviamente, al igual que las motos también debería ser obligatorio contar con seguro de responsabilidad civil frente a terceros, y se suman a este vacío legal las exigencia que deberían superar los conductores para obtener la licencia como en el resto de los automotores, por edad, categoría habilitante, exámenes teórico y práctico y uso de casco.

Lo que alarma a los especialistas en seguridad vial y de pruebas de comportamiento dinámico, es la gran facilidad con que vuelcan estos rodados, aún en maniobras de baja velocidad y sobre superficies blandas, como la arena, caso del último desenlace fatal, debido a la violencia del peso del cuatriciclo sobre el cuerpo del conductor.

Se ha comprobado también que el cuatriciclo produce alteraciones al momento de frenar y se vuelve más inestable, como pudo ocurrir en un choque ocurrido el año pasado en San Juan, protagonizando por niños al volante y de saldo luctuoso.