Las grandes economías del mundo han puesto las miradas en la próxima reunión del G20, en Japón, con la esperanza de que el cónclave de las naciones desarrolladas y emergentes busque un arreglo de partes para evitar el estallido de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Si no hay acuerdo, la amenaza del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25%, o más, a los productos del coloso asiático se hará efectiva. Es más, Trump adelantó días atrás, que ampliará las trabas aduaneras para sumar otros 300.000 millones de dólares a los productos chinos, si en su reunión con el presidente Xi Jinping no se llega a ningún acuerdo.


El tiempo apremia, porque el embate arancelario estadounidense comenzará el 2 de julio próximo con la publicación de la lista de productos y servicios de consumo masivo afectados y los valores impositivos. El problema no es sólo bilateral sino arrastraría a toda la economía mundial con mayor impacto en los países debilitados por crisis internas, caso de Argentina y su repercusión en las economías regionales.


Las grandes afectadas por esta guerra comercial son las empresas tecnológicas multinacionales presentes con bienes y servicios en nuestra vida diaria. Si quieren mantener un ritmo de crecimiento como hasta ahora, la guerra frenará sus ingresos y seguramente buscarán compensarlos poniendo fin a sus prestaciones gratuitas y se encarecerán equipos e insumos.


Debe recordarse que todas las firmas involucradas con inversiones y negocios cruzados entre EEUU y China, caso de Microsoft, Apple, HP, Google con Android, o Facebook, por ejemplo, son proveedoras de sistemas y servicios globales y por ello la guerra se torna en mundial, más todavía porque casi todos los equipos como los celulares y elementos de informática, se producen en China. El veto de Trump a Huawei por motivos de "seguridad nacional'', tiene consecuencias directas sobre los usuarios de todo el mundo, debido a que sus celulares no tendrían Android, Google Play, ni otras aplicaciones de fábrica.


El interrogante de los economistas es cómo será la reacción de Pekín frente a los ataques de Trump y coinciden en que Xi Jinping podría usar su "botón rojo'', más mortífero que los misiles. Es que el Banco Central de China tiene grandes reservas en deuda estadounidense y podría venderla para que al Gobierno de EEUU le cueste mucho más financiarse. Se trata de una opción cara, porque los chinos estarían dilapidando sus ahorros, pero caería como un mazazo en la economía norteamericana, desestabilizándola para llevarla a un colapso similar al de la Gran Depresión de 1929.