El gobierno de Donald Trump ha logrado un acuerdo para captar la existencia mundial del medicamento con el nombre comercial de Remdesivir, el fármaco más prometedor hasta ahora para combatir el Covid-19, originando una polémica internacional acerca de quién se quedará con la vacuna cuando se logre un desarrollo exitoso en el que están trabajando unos sesenta laboratorios en el plano internacional. Los interrogantes que se presentan es cómo actuarán los países poderosos para hacerse de la barrera inmunológica frente al resto de la humanidad empobrecida.


De acuerdo al anuncio del Departamento de Salud norteamericano, la compra es por 500.000 tratamientos a la farmacéutica Gileard Sciences, equivalentes al 100% de la producción de julio, 90% de lo fabricado en agosto y 90% de lo que prevé producir en septiembre venidero, por lo cual el ínfimo excedente podría ir al Reino Unido, donde se aprobó también el uso de Remdesivir. Se trata de un antiviral que ha sido utilizado contra el ébola y actúa atacando una enzima que el virus necesita para reproducirse dentro de nuestras células. En el caso del coronavirus las pruebas clínicas indican que puede reducir el período de recuperación de la infección por unos cuatro días, pero sin evidencias de que pueda salvar vidas.


En pocas palabras se trata prácticamente de un paliativo que en Corea del Sur fue aplicado en forma muy limitada a pacientes con un estado severo de neumonía que requerían terapia con oxígeno. Pero la compra de EEUU ha suscitado duras críticas por el acaparamiento de una especialidad medicinal debido a que cuenta con el mayor poder económico del planeta y por ello hace pensar lo que podría pasar cuando se descubra la vacuna contra la pandemia.


Un tratamiento con Remdesivir cuesta unos 3200 dólares y consta de seis ampollas en promedio, un valor inaccesible para los enfermos de la mayoría de los países emergentes e imposible en poblaciones carentes hasta de insumos médicos básicos. Por ello las preocupaciones de numerosos gobiernos frente a una cuestión ética y económica pensando en cómo se comportará del poder mundial cuando la vacuna esperada pueda lanzarse al mercado. En el caso de la droga citada, los observadores señalan que era de esperarse porque el laboratorio estadounidense estaría bajo ciertas presiones políticas de la Casa Blanca y, tratándose de una empresa privada, surge el interrogante del precio justo del fármaco.


Si bien las firmas comerciales se comportan igual, de manera de ganar dinero ofreciendo un producto masivo, la ecuación cambia si se trata de salvar vidas en una pandemia. Estas consideraciones son válidas ante la aparición de una vacuna y un determinado país compra todas las existencias, incluyendo la producción futura, y la respuesta la tienen los organismos multilaterales, empezando por las Naciones Unidas.