La intolerancia y la violencia pusieron una vez más una nota bochornosa el pasado domingo 9 de julio, cuando un grupo de personas vinculadas al kirchnerismo escrachó a la vicepresidenta de la Nación en ejercicio del Poder Ejecutivo, Gabriela Michetti, a la salida del tedeum oficiado con motivo del Día de la Independencia, en la Catedral de Tucumán. Más allá de que en esta ocasión no estuviera presente el presidente Mauricio Macri, quien en ese momento se encontraba en Alemania, se trató de un nuevo ataque a la investidura presidencial, como viene ocurriendo en los últimos meses, presumiblemente vinculado a la campaña electoral para las próximas elecciones legislativas.


Más allá de que haya sectores de la sociedad que no están conformes con la actual gestión de gobierno, el escrache y la agresión al primer mandatario o a sus representantes no es la actitud que corresponde en un Estado de Derecho en el que se debe respetar la investidura presidencial y la institucionalidad.


Se puede estar en desacuerdo con la política del gobierno, pero hay que tomar conciencia de que cuando se busca expresar el descontento a través de la agresión verbal o física se están dejando de lado normas de comportamiento que tienen que prevalecer como base de la convivencia armoniosa de un pueblo.


La intransigencia y el fanatismo han sido una constante en nuestra historia. Los golpes de Estado han sido una consecuencia de ello, de no dejar que los otros gobiernen porque piensan distinto, porque toman decisiones que afectan intereses.


La violencia genera violencia y no conduce a nada positivo. Dentro de tres años, quienes estén insatisfechos con este gobierno, tendrán la oportunidad de poder elegir democráticamente a otros gobernantes. Mientras tanto, se debe respetar a los actuales y expresar las protestas por las vías constitucionales.


Es necesario que estos conceptos sean inculcados lo más pronto posible a cada uno de los miembros de la sociedad, para garantizar una convivencia armoniosa en el marco de nuestro sistema republicano de gobierno. Desde la escuela primaria, pasando por la formación secundaria y universitaria, como en otros ámbitos de capacitación laboral o en los trabajos, se debe inculcar el amor a la patria, el respeto a sus instituciones y a los individuos que las integran, la convivencia armoniosa y los derechos y deberes que nos corresponden por vivir en comunidad.