Hace 35 años, Los abuelos de la nada vivían tres noches inolvidables (para ellos y para la historia del rock nacional) con aquellos conciertos del 14, 15 y 16 de junio en el Teatro Ópera, que quedaron registrados en el disco "Los Abuelos en el Ópera", su único y exitoso disco en vivo, un trabajo que sin saberlo sería la despedida de su formación original. 


Este año una nueva versión del mítico grupo saltó de vuelta a los escenarios, la formación es distinta, claro, pero aunque la pandemia les cortó la gira, piensan continuar en noviembre y quieren grabar un disco. Ellos son el Gato Azul Peralta (hijo de Miguel Abuelo), Kubero Díaz, Juan del Barrio, Sebastián Peyceré, Gaspar Benegas Jorge Polanur y el legendario Gustavo Basterrica. Pero esa, es otra historia. 


Volviendo a los ochenta... En medio de una gran popularidad y ya sin el guitarrista Gustavo Bazterrica, quien había abandonado el grupo poco antes; la banda alineó esas noches a Miguel Abuelo, en voz; Andrés Calamaro, en teclados; Cachorro López, en bajo; Polo Corbella, en batería; Alfredo Desiata, en saxo; y en carácter de invitados estuvieron Daniel Melingo, miembro original que regresaba, en guitarra y saxo; Juan del Barrio, en teclados; y Gringui Herrera, en guitarra.


Los conciertos se caracterizaron no sólo por el repaso de los grandes éxitos del repertorio del grupo, sino también por reforzar la nueva línea musical, más orientada a canciones pop con fuerte presencia de sintetizadores por sobre la línea latina mostrada en los primeros discos, a partir de una estética visual más moderna basada en maquillajes, peinados con spray y sobretodos. 


Esas noches en el Ópera nacieron nuevas versiones de canciones que ya eran sus clásicos como "Mil horas", "Sin gamulán", "Lunes por la madrugada", "Himno de mi corazón" o "No te enamores nunca de aquel marinero bengalí"; pero también estrenaron "Zig-Zag" y "Costumbres argentinas", el último gran hit aportado por Calamaro al grupo.


"Recuerdo esos conciertos con una alta emoción. Ese fue un año clave para muchos cambios estéticos y personales. Sobre todo, de consolidación de un lenguaje que hace años veníamos trabajando, así que en ese sentido fue una gran satisfacción y emoción por ver en marcha ese movimiento al que le habíamos puesto tanto amor y energía en cinco años. Fueron muy simbólicos esos conciertos", dijo Daniel Melingo en charla con la agencia Télam. Por su parte, Juan del Barrio afirmó tener "un recuerdo hermosísimo" de esos conciertos a los que definió como "un punto muy alto" de Los Abuelos de la Nada."Son lindos recuerdos, lindas vivencias. Es algo que marcó bastante mi vida personal y profesional, así que siento un gran agradecimiento hacia ellos por haber confiado en mí en esa ocasión', apuntó, por su parte, Gringui Herrera. Precisamente, la elección de los tres invitados especiales no fue azarosa debido a que recayó sobre músicos que habían sido parte del grupo, como el caso de Melingo; o eran viejos conocidos y permanentes colaboradores.

Modelo 2020. Encabezados por el Gato Azul Peralta (hijo de Miguel Abuelo), Los abuelos de la nada volvieron a rodar este año, hasta que la pandemia les truncó la gira latinoamericana. En noviembre prometen show.


 En la nueva etapa iniciada en 1981 -con Abuelo, Calamaro, Bazterrica, Cachorro, Melingo y Corbella-, el grupo había grabado en 1982 un álbum debut homónimo, producido por Charly García; "Vasos y Besos", en 1983, tras lo cual se produjo el alejamiento de Melingo; e "Himno de mi corazón", en 1984, que marcó el fin de Bazterrica en la formación. "Nunca me alejé del todo de Los Abuelos. De hecho, estuve participando en la grabación de "Himno de mi corazón, en Ibiza. Así que mi salida fue algo simbólico porque nunca dejé de estar en contacto con ellos", aclaró Melingo. 


"Himno de mi corazón' era el disco más pop tecno, si se quiere. Había mucho sintetizador y al momento de tocarlo en vivo Andrés no se sentía muy cómodo. Él prefería concentrarse en cantar y tocar el piano. Por eso me llamaron a mí", contó Del Barrio, quien conocía a gran parte de los integrantes de la banda desde su participación en el Ring Club, mítico grupo performático de principio de los "80. 


Pero, como se señaló antes, la cima de popularidad que suponían los shows en el Ópera también traslucían cambios y movimientos internos, reflejados en la ausencia de Bazterrica, quien públicamente se quejó luego del rumbo musical que había tomado la banda.


"Había una sensación de movimientos internos. Había una clima contrastante, porque por un lado era el punto más alto del grupo, pero se sentía una interna que no se sabía dónde iba a derivar", señaló Del Barrio, al recordar los ensayos previos. Herrera coincidió en que "se veía que alguna interna debería haber" y arriesgó que daba la impresión de que "había una disputa de egos entre ellos". Sin embargo, para Melingo los nuevos paradigmas estéticos no implicaban "un cambio fundamental en el funcionamiento" del grupo."Muchas veces los cambios los ves en perspectiva. Cuando sos artífice de esos cambios, es difícil notarlo, sobre todo cuando no son especulativos, sino que se van produciendo de manera natural y colectiva. En este caso, no fue un cambio impostado, sino necesario para poder seguir siendo parte del mismo", concluyó Melingo.


Ese mismo año, la salida de Calamaro y Cachorro López marcaron el final de la etapa más exitosa de Los Abuelos de la nada. Después vendría "Cosas mías', la muerte de Miguel Abuelo en 1988; pe y la muerte de Miguel Abuelo, en marzo de 1988, pero siempre quedará "Los abuelos en el Ópera" para volver a recordar.