No era el único, pero sí era único. Todos en el ambiente conocían a Justo Alonso Montes -"Don Alonso" o "El señor del piano"- un simpático español especializado en afinación, por cuyas manos y oídos pasaron los más importantes instrumentos que había en la provincia. Raro era no recomendarlo cuando alguien preguntaba "¿Sabés de alguien bueno que pueda afinar el piano?". Y ahí llegaba este señor corpulento, puntual, amable, trabajador, con su maletín y su sapiencia. Tras una labor concienzuda, Alonso escribía su nombre y fecha en alguno de los martillos del instrumento, o dejaba una tarjetita. Así lo conserva el piano de la profesora e investigadora Alicia Giuliani Nicoll; como tantos otros. De hecho, otra destacada del ambiente sanjuanino, la profesora Ana Inés Aguirre lo corroboró hace poco con los pianos del Club Social y de la Asociación Amigos de la Música; e incluso hasta el órgano del Colegio Don Bosco tiene su rúbrica. Cuenta a DIARIO DE CUYO el nieto de Don Justo y ex alumno, Pablo Fernández, que estando en el templo, una clase de música, abrió la tapa y vio una firma, no sin sorprenderse. ¡Era la de su abuelo! 


"Fue una emoción", revive Pablo, que busca mantener fresco el retrato de Alonso, nacido el 22 de febrero de 1931 en el barrio Lavapiés (Madrid), hijo de Justo Alonso e Isabel Montes, quienes le dieron cinco hermanos: Dolores, Francisco, Rosa, Gracia y Marcelino. Junto a su padre y a Rosa es que con 18 años y el alma atravesada por la Guerra Civil y el dolor de ver a su hermanito menor morir de hambre en sus brazos, se embarcaron a Argentina. 


Vinieron a San Juan, donde vivía un tío. Culminó la secundaria en la "escuela de Comercio" y después obtuvo una beca para especializarse en afinación y técnica de piano en La Plata. No era descabellado, ya que -dotado de un gran oído musical- su tío Marcelino del Pino Blázquez lo había alentado a estudiar música. Cuando volvió, se ganó el aprecio de la comunidad pianística. 

Postales. Don Justo en la Buenos Aires de 1952. Abajo, la inscripción que dejó en el piano de la profesora Alicia Giuliani Nicoll.

 FOTOS Gentileza Pablo Fernández


"Durante 35 o 40 años fue el afinador más importante de la provincia. Tenía un gran dominio, era un especialista y un estudioso", lo describió Hortencia Peluc, pianista y expresidenta de Amigos de la Música, por entonces al frente de un proyecto para reparar pianos que había en salas de San Juan; y quien comentó que cada vez que venía una figura al Auditorio, llamaban a Don Justo. 


"Era muy servicial, hombre respetuoso, educado y conversador. Una linda persona que conservaba su acento español. Fue un personaje totalmente integrado a la vida musical de San Juan y se lo extraña mucho", agregó Aguirre, cuyo primer piano arregló, a quien, pese a conocerla desde niña, le decía "Profesora"; y que hasta hace poco conservó un Rönisch que él le vendió. 


"Era el afinador de San Juan. Recuerdo que me bancaba mientras afinaba mi piano, porque lo llenaba de preguntas. Yo debía tener 9 años y le preguntaba sobre el mecanismo, cómo funcionaba, cómo lo afinaba... curiosidades de niña", acotó Giuliani.


Poco tiempo después, Don Alonso pasó a ser personal de apoyo universitario, para mantener los pianos de la UNSJ. "Era muy trabajador. Entraba a las 7 y se pasaba toda la mañana arreglando los pianos del Departamento de Música y del Auditorio. Cuando llegábamos al aula, nos dejaba trabajar y cambiaba de piano. Recuerdo el piano de la que era el Aula 4 del Departamento (hoy ya no existe en ese lugar), un Pleyel viejísimo. El pedal no bajaba bien, era durísimo y Don Alonso se empeñaba en dejarlo como le pedíamos, aunque el problema era por lo cascado que estaba ese piano y no por su trabajo", narró la docente, sin olvidar los pasodobles que tocaba el español cuando terminaba de afinar. 


Además de sus trabajos en la Escuela de Música y el Auditorio, brindó servicios a particulares, escuelas, parroquias e institutos. En su casa de Santa Lucía, Justo tenía otros pianos viejos que restauraba y vendía, y le ayudaban a ganarse la vida. Y claro que en las reuniones familiares encabezadas por él y su esposa Cristina Amparo Palacios Sánchez (con la que se casó el 12 de abril del '58 y tuvo cuatro hijos: Cristina, Eduardo -que vive en Israel-, Miguel -fallecido el año pasado- y Analía) no faltaba su música: tangos y pasodobles. 


"Fue el sostén de su hogar, una persona humilde y muy laburante, respetuoso del trabajo porque a él le costó mucho todo, por eso tenía tanta pasión y entusiasmo", resaltó Pablo, quien agregó que con la venta del último piano de cola que tenía, el abuelo pudo hacer su último viaje a su pueblo natal. "Logró darles educación a sus hijos y con su ejemplo intachable transmitió que la mayor riqueza que posee un ser humano es ser buena persona. Dejó un claro y hermoso ejemplo de honestidad, tenacidad y amor en todo lo que hacía", describió a Don Alonso, que falleció un día como hoy, de 2004, a los 73 años.