Foto: Mariano Arias

Actuó en los mejores escenarios del mundo, es un referente de la música nacional y el viernes dirigirá al Dúo Mixtura junto a la Orquesta Sinfónica de la UNSJ. Gustavo "Popi" Spatocco es director, arreglador y pianista que trabajó con Mercedes Sosa 20 años. Justamente fue con ella que actuó en la Fiesta de la Tradición de Jáchal en 2006, tres años antes de su muerte. El maestro regresa ahora a sumarse a una propuesta local que coincide con su propio objetivo: tender puentes entre el folclore y los músicos académicos. "Yo no conocía mucho al dúo, pero me puse a escuchar un poco y vi que son muy finos en lo que hacen, muy delicados, con una búsqueda muy auténtica, y me encantó esta idea de venir por primera vez aquí a dirigir esta hermosa orquesta y a continuar haciendo lo que vengo haciendo hace tanto tiempo, que es traer como con mucho cariño nuestra música folclórica a los organismos sinfónicos" comentó Spatocco a DIARIO DE CUYO, minutos después de terminar su ensayo con la Sinfónica en el Auditorio, sala que alabó por su acústica. 


Cálido, de decir pausado, el músico nacido en San Salvador de Jujuy en 1965 habla con pasión sobre la música. "Ninguno que haga música es mi enemigo", dice para referirse al avance del trap, pero ahí nomás aporta el dato que según Capif, la música folclórica es la más escuchada del país. Aunque su carrera en los últimos años es prolífica y llena de hitos, es inevitable preguntarle sobre las dos décadas que compartió con esa mujer que se convirtió en el mayor exponente del folclore argentino. Los ojos se le llenan de lágrimas, la voz se entrecorta y no hace falta mucho más para entender su admiración y cuánto le pesa su ausencia.



-¿Qué cuesta más, adaptar el folclore a lo orquestal, o que una orquesta elija lo folclórico?
-En definitiva el desafío es que todos nos sintamos cómodos y que nos olvidemos de los límites que la música no tiene. Rescato algo que dice el Chango Spasiuk, los que tenemos límites a veces somos los músicos, la música siempre es una sola. Así que estas experiencias lo que demuestran es que esas fronteras no son fronteras para dividir, sino que permiten un ida y vuelta. Sí es cierto que hay una multitud de diferencias entre la forma de hacer música de un artista y otro, que tiene que ver con lo escrito y lo no escrito, lo institucional, lo empírico y lo académico, pero después, cuando todos hacemos música, esas cosas se diluyen y también se potencian mutuamente. Ese sería el éxito de mi trabajo, poder potenciar una cosa con la otra. Este camino de la música popular a la orquesta, no se ha inventado hace poco, es un camino que da muchos frutos y hay mucho por hacer todavía. 


-¿Qué podría sumar?
-Sería bueno que en la formación de los músicos académicos, que en todos los conservatorios hubiese, como hay en algunos, un año de bombo legüero, al tocar el bombo sabe cuál es el corazón del folclore. Después, cuando en un atril de un instrumentista que está acostumbrado a tocar Mozart o Mahler aparece una chacarera, él quizás sepa con mucha más naturalidad de qué se trata. Que es lo que veo acá, esta orquesta es súper elástica tocando. Entiende la música al instante. Hay paso hecho ya; si uno se apropia de la música, después todo es más fácil y la interpretación es más sencilla. 


-¿Le sorprendió encontrar esa versatilidad en esta orquesta?
-No, porque me parece que en Cuyo el folclore es algo tan vivo y tan de todo el mundo, de la familia, de los cumpleaños... está dentro de cada uno, desde la niñez, esas cosas son muy potentes. Y además es una música exquisita. La música cuyana, no sé si es porque se basa tanto en las guitarras, que usualmente al no haber percusión uno ve que hay un gusto por el detalle, por el cantar bien, por tocar con mucha delicadeza, con precisión, con virtuosismo... la música cuyana es de mucha calidad. Para mí el chamamé y la música cuyana tienen esa característica del virtuosismo. Hay como un orgullo en ese virtuosismo y en la conservación de esa tradición de ejecución que me parece que es sagrada. 


-¿Qué significaron esos 20 años junto a Mercedes Sosa?
-Significaron una gran fortuna. Yo me siento, como músico argentino, extremadamente afortunado de haber tenido esa vivencia. Porque ella fue sensacionalmente amorosa y una artista de un calibre tan grande, tan inmenso, tan profundo... que fue tan importante para la gente y lo sigue siendo para todos. 


-¿Cómo era trabajar con ella?
-Nos quisimos... yo la quiero mucho. Ella me adoptó como músico cuando yo tenía 21 años, era muy inexperto. Creo que ella vio en mí el músico que todavía no era. Y me alimentó con su orgullo y su sentido de responsabilidad por nuestra música. Tenemos una música que es increíble, tenemos autores valiosísimos y además ese sentido de pertenencia y esa importancia se basa en que hay un pueblo atrás, sustentándolo. De ahí la responsabilidad de ser los mejores músicos que podamos ser para honrar esa música. 


-¿Cómo fue el proceso con Cantora?
-Cantora fue la mejor forma de despedirnos, sin saber. Sin embargo, después, recopilando, me di cuenta que ella sí sabía que era lo último que estaba haciendo. Cuando uno lee gestos y actitudes... y el mismo hecho de que terminó de grabar y no cantó más. Ella sí estaba consciente de que era su legado, un legado que hizo de la misma manera que había sido su carrera, colectivamente. Un legado de reunión con sus colegas, una forma de recibir y cosechar el afecto de esos colegas hacia ella. 


 -¿Cómo eligieron esos artistas?
-Estuvieron los artistas más cercanos a Mercedes, como Víctor (Heredia), León (Gieco), Teresa (Parodi), el dúo Orozco-Barrientos, o Coqui (Sosa), ellos tenían que estar. Pero cuando empezamos a hacer el disco, hubo mucha gente que quiso, porque quería tocar con Mercedes, como Franco de Vita, como René de Calle 13, él pidió cantar; sus padres, independentistas en Puerto Rico, tenían a Mercedes como bandera y él la escuchó durante su infancia. Mercedes dijo: "Sí, claro, por supuesto, cómo le voy a decir que no a este chico". 


-¿Cree que Mercedes Sosa fue suficientemente valorada en vida?
-Sí, Mercedes fue una figura de calibre mundial, los 20 años que estuve con ella toqué en los teatros más importantes del mundo. Los lugares de más prestigio y excelencia musical, ahí estuvo ella. Un artista no puede llegar más alto. Mercedes está muy presente, sigue en todos nosotros; de la misma manera que lo está Gardel: son figuras tutelares, banderas de nuestra cultura y continúa marcando un camino. No pienso que estén atrás, sino adelante indicando por dónde hay que ir. 
 


EL DATO

  • Mixtura Sinfónico. Junto a Orquesta Sinfónica de UNSJ, dir. Popi Spatocco.Viernes 8 de noviembre a las 21.30 en el Auditorio Juan Victoria, $100.