Las historias románticas, el enfrentamiento del bien y el mal, los valores del orden y el caos, son temas universales y que trascienden los tiempos, relatados en múltiples géneros y manifestaciones de todos los campos del arte; en efecto, la esencia es la misma y sigue estando presente en cada generación. Teniendo en cuenta esto, si son tratado con cuidado, que sea entretenido y con un mensaje inteligente al espectador, el resultado es satisfactorio. 


La ópera Tannhäuser para niños que ofreció la reggie Zsofía Gerés en el Teatro del Bicentenario encantó no solo al público infantil, también a los padres y que en consecuencia, sirvió para dos claros propósitos encadenados al espectáculo: primero es poner en valor la obra de Wagner y que sea redescubierta de una manera más amena, en la plena etapa creativa del compositor alemán. Segundo, acercar a los niños y a las propias familias, al universo de la ópera. La adaptación de la mano de la bisnieta Katharina Wagner y de Markus Latsch, en una hora de función, transportó a la platea en una divertida aventura de unos niños debaten sus sentimientos, la amistad, el enamoramiento y el miedo de perder la inocencia. El protagonista Tannhäuser (Duilio Smiriglia) tenía la encrucijada por ver con quién quedarse, si con Venus (Constanza Díaz Falü) o por Elizabeth (Marina Silva). A todo esto, sus amigos Landgraf (Román Modzelewsky), Wolfram (Fernando Lazari), Biterolf (Lucas Mayer) y Walter (Ariel Casalis), también querían engalanar a Elizabeth, pero sentían celos por Tannhäuser porque en el fondo, él sí pudo estar en la tierra 'prohibida' donde se encuentra Venus. Para resolver el conflicto, los cincos niños se disputaron por la aprobación de Elizabeth, a un duelo de canto. En este momento, los personajes hicieron una fisura a la cuarta pared y los tomó por sorpresa a los pequeños espectadores, cuando al encenderse las luces de la sala, se bajaron del escenario a repartir coronas y espadas de papel. Otro elemento que fue también un punto a favor para conectarlos a la obra, fue superar la barrera del idioma. Las canciones de los intérpretes efectivamente estaban en idioma alemán, pero asistida con subtítulos, mientras que los diálogos fueron en castellano. Por lo que la obra tuvo una mayor comprensión, sumado a ello, pasajes de humor, acciones histriónicas y un espacio escenográfico simple, minimalista, pero atractivo a la vista. La representación de los juegos de los niños, barcos, armaduras y espadas de caballeros hechos de cartón y una pelota de fútbol, resultaron los signos escénicos que hicieron un buen anclaje para que la puesta llegue directamente a los sentidos. Además, el cuerpo de músicos de la Orquesta Sinfónica de la UNSJ, con la batuta de Emmanuel Siffert verlos mezclarse con los personajes, también aportó su encanto, al margen que desde el aspecto musical, su actuación fue estupenda y muy aplaudida. La ópera volverá a escena en el TDB hoy a las 21.30 y mañana domingo a las 20. Ventas de entrada: $250, $300 y $350; en boletería y en www.tuentrada.com 

 

Un juego de caballeros. Los cinco amigos se debaten a duelo de canto por ganarse el corazón de Elizabeth.
Los reyes de la noche. El público infantil se divirtió con la obra.
En la tierra prohibida. Venus quiere jugar todo el tiempo con Tannhäuser, pero éste tiene sentimientos encontrados. (FOTOS: MARCOS URISA)