Caperucita Roja, Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel o el Gato con botas, son tan sólo algunas de los celebrados relatos de los hermanos Grimm que este año celebran los 200 años de su publicación convertidos en un tesoro cultural que va más allá de religiones, modas, países y edades.

‘Son nuestro Antiguo Testamento‘, resumió recientemente el escritor alemán Martin Walser sobre la colección de relatos populares publicada por Jacob y Wilhelm Grimm el 20 de diciembre de 1812.

Desde esa primera edición, ‘Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm‘ se tradujeron a más de 170 lenguas y están considerados uno de los libros más difundidos en el mundo y la obra más influyente de la literatura alemana en el exterior junto con la ‘Biblia‘ de Lutero.

¿Cómo se explica ese éxito? ‘Sus cuentos tratan diversos conflictos de una forma ejemplar. Los problemas se resuelven desde una visión optimista del mundo, desde un ‘principio esperanza‘‘, explica Hans-Jörg Uther, experto en los Grimm.

Jacob (1785 a 1863) y Wilhelm (1786 a 1859) comenzaron a recopilar y reescribir antiguos cuentos de hadas en 1806 después de conocer a los escritores románticos Clemens Brentano y Achim von Arnim, también dedicados por entonces a investigar textos populares.

Pese a la idea romántica de los dos hermanos, de ir de pueblo en pueblo para recuperar historias perdidas, todo parece indicar que el trabajo de campo fue mínimo y que quienes les contaban las historias fueron personas que pertenecían a su círculo de amigos y conocidos.

La primera edición quedó lejos de ser un éxito: la descripción explícita de algunos pasajes escabrosos y los apuntes científicos de los autores ‘no ayudaban precisamente a conquistar un público amplio‘, explica la web del aniversario (www.grimm2013.de/en).

El mayor de los Grimm, Jacob, vio cumplido su objetivo de salvar del olvido cuentos de la tradición oral y dejó de lado la obra. Pero Wilhelm supo ver el potencial del libro para el público infantil y dedicó los años siguientes a revestir los textos del estilo romántico que los inmortalizó.

Buen ejemplo de esa transformación es el cuento de Caperucita Roja: la versión de los Grimm elimina los pasajes más violentos y eróticos de la leyenda original, en la que el Lobo invita a la niña a acostarse con él y a comer carne de la abuela asesinada, y añade el final feliz más difundido hoy.

Pero había otros finales que hoy pocos padres le dejarían leer a sus hijos, como el castigo de la madrastra de Blancanieves, condenada a bailar con unos zapatos al rojo vivo hasta caer muerta. O que el castigo de las hermanastras de Cenicienta corre a cargo de unas palomas que les arrancan los ojos, o que una se corta un dedo del pie y la otra un trozo de talón para que les quepa el zapatito (que no era de cristal). O que, aunque el beso del príncipe sí despierta a la Bella Durmiente, no es un beso de la princesa lo que rompe el hechizo del sapo y lo convierte en príncipe sino el golpe contra la pared que recibe cuando ella le empuja para evitar que se meta en su cama.

El aburguesamiento de la tradición popular y el hecho de que las versiones de los Grimm terminaran haciendo olvidar los relatos originales siguen siendo hasta hoy las principales críticas a la obra.

La edición de 1857 comenzó a perfilarse ya como ‘best-seller‘. De los cerca de 200 cuentos, algunos tienen apenas una decena de líneas y otras varias páginas. Dentro del amplio espectro de título sobresalen: El Gato con Botas, Gulliver, El Flautista de Hamelin, Pulgarcito, entre otros. La mayoría describe cómo un protagonista virtuoso -casi siempre femenino- se encuentra con el mal y termina venciéndolo. La mitad comienza con el famoso: ‘Había una vez‘.