Abandonadas a su suerte por los poderes públicos desde sus orígenes, las mayores favelas de Brasil se han visto obligadas a contratar ambulancias, fabricar sus propias máscaras y crear toda una red solidaria para hacer frente a una crisis del Covid-19 que se prevé "demoledora". En Paraisópolis, la segunda barriada más grande de Sao Paulo, se han aferrado a la autogestión para evitar que la pandemia penetre en los sinuosos laberintos de casas de ladrillo desnudo que concentran a unas 100.000 personas en condiciones más que precarias. Algo tan simple como lavarse las manos, aquí es un quimera para muchos. Ante la falta de las autoridades públicas, algunas de las principales favelas de Brasil, donde malviven 13 millones de personas, el 6 % de la población del país, han creado la figura del "presidente de calle". Se trata de un vecino voluntario que se encarga de vigilar y dar apoyo a las 50 familias de su entorno más próximo. Ellos son los encargados de dar la voz de alarma si algunos de los vecinos de su zona presenta síntomas del Covid-19, y alertar, en el caso de Paraisópolis, al equipo médico contratado. Sin embargo, los líderes vecinales no saben por cuánto tiempo podrán mantener esa estructura sanitaria, pues su costo diario es de 1.000 dólares.