Más de 36.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares por las mortales inundaciones en el noreste de Italia, según informaron este sábado las autoridades regionales, mientras la crecida de las aguas se tragaba más casas y nuevos corrimientos de tierra aislaban aldeas.

Los violentos aguaceros de principios de semana se cobraron la vida de 14 personas y transformaron las calles de las ciudades y pueblos de la región de Emilia Romagna en ríos.

Las autoridades regionales prorrogaron la alerta roja hasta el domingo.

Más de 36.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares por las mortales inundaciones en el noreste de Italia, según informaron este sábado las autoridades regionales, mientras la crecida de las aguas se tragaba más casas y nuevos corrimientos de tierra aislaban aldeas.

Los violentos aguaceros de principios de semana se cobraron la vida de 14 personas y transformaron las calles de las ciudades y pueblos de la región de Emilia Romagna en ríos.

Las autoridades regionales prorrogaron la alerta roja hasta el domingo.

Las autoridades de Rávena ordenaron el sábado la evacuación inmediata de más aldeas en peligro.

Un helicóptero que participaba en los intentos de restablecer la electricidad se estrelló el sábado cerca de Lugo, hiriendo a una de las cuatro personas que iban a bordo, según informó el servicio de bomberos.

En la región de Emilia Romagna llovió como durante seis meses en 36 horas, y las inundaciones se describen como las peores que ha sufrido el país en un siglo.

Las inundaciones han causado más de 305 corrimientos de tierra y dañado o cerrado más de 500 carreteras en la región.

El electricista Mauro Lodola declaró a la AFP que “el agua empezó a subir a las 14.00 horas (del viernes), procedente de los campos”, después de que los canales cercanos se desbordaran por la crecida de los ríos. “Es difícil. Quiero que se acabe rápido, para poder seguir adelante... para levantarnos”, dijo este hombre de 54 años, de pie a la altura de los muslos en el agua sucia que rodea su casa.

Lodola se quebró al mostrar su casa en ruinas, con el agua chapoteando alrededor del frigorífico de la cocina y contra el colchón de su cama, apilada con muebles recuperados. En el exterior, una puerta blanca flotaba junto a un cobertizo, donde cacareaban nerviosas las gallinas que habían sido trasladadas a un lugar seguro.