
Los cuerpos mutilados de nueve campesinos brasileños fueron enterrados esta semana en la misma tierra rojiza sobre la que sudaron por años, pero eso no sepulta la brutal y prolongada lucha que se libra en el corazón agrícola del país. La masacre de este grupo de humildes trabajadores generaría un escándalo en muchos lugares. Pero en Brasil, donde hay alrededor de 60.000 asesinatos cada año, hizo poco ruido.
En parte, porque ocurrió en una zona remota del oeste de Brasil, en un poblado del estado de Mato Grosso llamado Gleba Taquarucú do Norte, donde no hay calles asfaltadas ni señal telefónica.Cuando empezaron a aparecer los primeros reportes del asesinato, la policía se vio forzada a hacer un complicado viaje desde la ciudad más cercana, Colniza.
En las fotografías tomadas por un periodista del pequeño portal local O Popular de Colniza, a las que se tuvo acceso, los cuerpos aparecen esparcidos por el terreno, con marcas de impactos de bala o cuchillazos, según la policía.