Nadie podría desmentir que el mismísimo Maradona pediría este sueño por "la Dalma y la Gianinna". Desde dónde quiere que esté el para muchos mejor jugador del fútbol de todos los tiempos, va a ser nuevamente el hincha número 1. Es una gesta a su medida, de esas que le inflaban el pecho al Pelusa y que lo llevaron a ese pedestal donde se puede subir algún día otro genio del mundo de la número cinco: Lionel Messi. A sus 34 años, con la madurez profesional y personal a flor de piel, el capitán albiceleste quiere ponerle punto final de una vez por todas a tantas finales sin gloria. A tantas veces de comer mier...como alguna vez dijo el propio Javier Mascherano. El desafío parece a la altura de un guión armado por Steven Spielberg: final contra Brasil y en el mítico Maracaná, donde hace siete años el país se quedó con el grito atragantado buscando el tercer título mundial ante Alemania. Esa fue, sin dudas, la definición por un torneo en mayores que más le pegó a Messi. Su imagen pasando al lado de la Copa mirándola tan cerca y tan lejos a la vez, aún causa dolor. Hoy, parte de esa herida, es la que buscará cerrar la Pulga. Sabe que ya no tiene muchas chances en el horizonte: esta Copa América y el Mundial de "Qatar 2022" seguro. Luego, un signo de incógnita gigante sobre su futuro en la selección. Por eso desde las 21 horas, Messi, su tocayo Scaloni y compañía irán por la gloria absoluta. Por meterse en ese Olimpo de las grandes conquistas en el país futbolero más pasional del planeta. No será fácil, pero así lo marca la historia de sequías de coronaciones en la Mayor desde hace 28 años. La imagen del Cabezón Ruggeri, hoy columnista destacado en ESPN, levantando el trofeo del torneo de selecciones más antiguo del mundo se está transformando en modo sepia.

"Es el momento de dar el golpe", subrayó Messi cuando se sumó al plantel en Ezeiza hace un mes y medio. Se metió en la burbuja sanitaria armada por el covid-19 y junto a sus compañeros se puso ese objetivo. Dejó de lado familia, vacaciones y hasta le puso una pausa inmensa a nada menos que su posible renovación de contrato con el Barcelona. De hecho, el zurdo hoy es jugador libre aunque parezca algo insólito. Ya habrá tiempo para resolver ese tema, cuentan que le pidió a su padre y representantes, Jorge. Lio fue el emblema de esta llegada a la final desde lo futbolístico y en lo emocional, no sólo por cantar el Himno argentino con entusiasmo, sino desde un auténtico rol de líder. Ese que tantas veces se le pidió recordando, claro, a Maradona.

El Maracaná será el escenario de una final soñada por todos, empezando por la Conmebol. Luego de caerse la organización en nuestro país y tutearse con Chile como sede, Brasil agarró la braza caliente. La verdeamarella de Tité quiere el "bi" tras la gloria de hace dos años. Cuenta con Neymar y un equipo más compacto que el albiceleste. En público será pareja la historia: la organización finalmente autorizó ayer a que 2.500 hinchas de cada país estén como auténticos testigos privilegiados de semejante encuentro. "Más unidos que nunca, vamos por el gran sueño". Esa fue la arenga en las redes sociales del sanjuanino a cargo de la AFA, Claudio Tapia. Chiqui, como todo un país, saben que no hay mañana. Sacarse la espina de casi tres décadas es mucho más que un título, más todavía a un año y poco más de otro Mundial. Tener a Messi en esta dimensión es la máxima esperanza. Está claro, como ya se vio en otras finales que atravesó parte de este grupo, no es lo único que hace falta para ser campeón. Acaso, a esos de las 23 horas o más tarde si hay que esperar el alargue y ni hablar de los penales, sabremos si hay que juntar más bronce para la estatua de Lionel. Ojalá...