Novak Djokovic lo hizo una vez más y se subió a la cima de los ganadores. El hombre de acero lo hizo una vez más. Sin lugar a dudas el serbio es un campeón indiscutido y respetado. Ganó el cuarto título en el US Open de los Estados Unidos bajo una lluviosa jornada en el mítico Nueva York. Novak Djokovic (número 2 en el ranking mundial de tenis) dicta el ritmo de las finales de los Grand Slams con la melodía de su propia música.

Ayer otra vez jugó un tenis inteligente, quirúrgico y de alto vuelo para cumplir con su gran objetivo: consagrarse en un torneo de Grand Slam. Y logró levantar el título número 24 de su carrera, luego de derrotar al ruso Daniil Medvedev (3ro. en el ranking) por 6-3, 7-6 (5) y 6-3 luego de 3h.17m. en la final del US Open, donde se convirtió en el jugador más longevo con 36 años en coronarse en Flushing Meadows (rompió la marca de Ken Rosewall, con 35) y en el máximo campeón de Grand Slam, dado que igualó el récord de la australiana Margaret Court, quien lideraba en solitario -hasta ayer- con 24 conquistas.

Festejo único. Apenas terminó la final, el jugador serbio se subió a la tribuna para festejar junto a su gente.

Djokovic se quebró sobre el cemento del Arthur Ashe. Muchos sentimientos le pasaron por todo el cuerpo. Nunca renunció a sus principios, se bancó las consecuencias de no haberse vacunado contra el Covid-19 y, tras tres años de ausencia en los Estados Unidos, regresó con todo a la última gran gira de la temporada. No solo se quedó con el título en Cincinnati, sino que también le puso el broche dorado en la ciudad que nunca duerme. Sacó fuerzas de donde no había, dio muestras que el calendario no le pasa factura pese a que ya tiene 36 años y se llevó la ovación de más de 23 mil personas que la agradecieron con cariño su regreso a tierras norteamericanas.