Hubo que esperar 582 días para que el Monumental se vistiera con los colores de River. Fue "el plato fuerte" de esta fecha que marcó el regreso de los hinchas al fútbol argentino en todas sus categorías. Y el Millonario tuvo su fiesta anhelada: el primer festejo ante el clásico rival por un torneo local luego de 11 años. Una eternidad teniendo en cuenta que durante ese periodo el equipo de Marcelo Gallardo se hizo gigante a nivel sudamericano, incluyendo dos Copas Libertadores y una Sudamericana. En la vuelta del público, el 2-1 para este River puntero de la Liga Profesional hasta que hoy juegue Talleres redondeó un domingo ideal. Todo lo opuesto a lo vivido por los "primos", que padecieron acaso demasiado la expulsión tan tempranera como ingenua de uno de sus baluartes: Marcos Rojo.

Para la Banda es meterse realmente en la pelea por el certamen doméstico, una de las pocas cuentas pendientes que le quedan el Muñeco en sus siete años de gestión. Quizá ayer fue su último duelo ante Boca, ya que su contrato expira en diciembre y nadie sabe por ahora cuál será su decisión. Si fue su "despedida", lo hizo a la altura de las circunstancias y dejando atrás las últimas dos eliminaciones en los mano a mano contra el rival menos querido. Así se entienden sus ojos llenos de lágrimas cuando sus dirigidos celebraban la victoria. Como dice Rodolfo D"Onofrio: "River volvió a ser River". Para el presidente del club sí es su último derby ante el xeneize y de ahí su inmensa felicidad. Fue dominio de principio a fin para el local que contó a su favor con mucho más del 50% permitido del aforo en el Antonio Vespucio Liberti. Una "argentinidad" más. Sin dudas, el control de que no se superaran 36.000 fanáticos permitidos hizo agua por todos lados. Los pasillos repletos de hinchas, el nulo distanciamiento en las cabeceras resultaron las instantáneas de una tarde con mucha alegría por vivir de nuevo un superclásico a pleno, pero que resultó una nueva muestra de cuan atrasada está la infraestructura del fútbol en general. Aunque la responsabilidad va más allá, incluyendo el contexto político de una decisión muy pensada pero escasamente trabajada a la hora de la ejecución.

La victoria al Millonario le permitió sacarle un punto al líder, Talleres, que igualmente hoy puede superarlo. El epicentro de las miradas quedaron en ese joven maravilla de las inferiores del club, Julián Álvarez, quien tras un arranque demoledor luego tuvo un bajón importante que lo relegó en la consideración del DT.

El de ayer fue el quinto y último superclásico del 2021: los anteriores cuatro resultaron empates en los 90".

Pero desde hace un par de meses, su rendimiento se potenció e incluyó el regreso a la selección de Lionel Scaloni. Sus dos goles lo pusieron como "la figuras del clásico", donde también pareció despedirse otro emblema contemporáneo del equipo: Leonardo Ponzio. Su ingreso en el segundo tiempo sirvió, quizá, para darle esa última conexión con la gente en un River-Boca ya a sus trajinados 39 abriles.

El descuento de Carlos Zambrano, más que nunca, sirvió apenas para la estadística y mostrar un resultado muy ajeno a las diferencias que se observaron en el césped. Este Boca de Sebastián Battaglia estuvo muy lejos del rudo que exponía en cancha Miguel Russo. Le pareció pesar demasiado la expulsión de Rojo y quedó con esa piedrita en el ojo durante los 90". Le faltó juego, rebeldía y hasta cierta actitud ante semejante contratiempo. Muy poco para un equipo que parecía estar en levantada y que llegaba a Núñez con otra idea. Al menos, en la cancha, no se notó.

"Un minuto de silencio (pausa), para Boca que está muerto", se fueron cantando del campo de juego los jugadores y los cerca de 50.000 espectadores que estuvieron en las tribunas. Una comunión entre futbolistas e hinchas que se hizo esperar más de dos años. Un grito que puso a River otra vez como el eje de la escena nacional del fútbol. Ahora vendrá otra historia. Por lo pronto, la Banda esta de fiesta...