El pelotón sortea las lomadas de la ruta 141 y detrás suyo se observa la gran caravana. La que se duplica con la gente que los ve pasar en la Cuesta de las Vacas y luego se traslada a la llegada.


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Es una de las carreras más complicadas para controlar por los comisarios. Porque el gran número de movilidades, oficiales y de las otras, atenta contra el limpio desempeño del pelotón. Ocurrió siempre que resguardados por la estela de las grandes caravanas que se forman, muchos ciclistas que en condiciones normales podrían perder toda chance de disputar la carrera, se encontraron, de pronto, en el pelotón de punta.


Ayer no fue la excepción. Casi 80 vehículos de todas las marcas y tamaños conformaban la caravana de auxilios. Lo que no deja de ser un espectáculo aparte. 


La Difunta, es ‘La Difunta’, porque convoca gente en todo su trayecto. Es difícil no encontrar, al menos un automóvil ubicado a la orilla de la ruta, en tramos no mayores a un kilómetro. El punto neurálgico, en cuanto a la preferencia de la gente es y será siempre la Cuesta de las Vacas. Y, aunque ayer hubo menos público que en ediciones anteriores, se ganó el primer puesto en concentraciones de aficionados.


La rotonda del ingreso a Caucete y la intersección de Ruta 20 y calle Zapata (donde giran para salir o entrar al centro de 9 de Julio, fueron otros dos puntos de masiva concurrencia. Ni hablar de la llegada, donde en un espacio de 500 metros se agolparon un par de millares de almas.