Especiales. En donde se termina casi la civilización,
Central Norte sobrevive y apunta a renacer, demostrando
que todo un pueblo está detrás, juntos.

Hacen patria. Son la patria que duele, que no se ve, que no se queja. Donde todo es poco y poco es mucho a la vez, solamente la pasión inexplicable de ese sentimiento por un club puede forjar la historia que por triplicado protagonizan casi desde el anonimato, Central Norte de Entre Ríos, San Martín de La Represa y La Frontera. Tres clubes encuadrados en apenas dos kilómetros que sobreviven, sueñan y crecen vestidos con la camiseta de la pasión. Los tres son los últimos equipos en el límite Norte de Jáchal. Los tres hacen una historia propia dentro de la historia misma. Los tres son la triple frontera, donde los sueños no se agotan. Donde hacen, luchan y avanzan sin pedir nada.

Allá, en el más recóndito lugar donde después de Entre Ríos y apuntando al Norte solo viene desierto, puestos de cabras y Gualcamayo más arriba, Central Norte está volviendo a la vida. El club de la V azulada, como la de Vélez, nació el 21 de octubre de 1935 teniendo a Santos Espejo como primer presidente, vivió épocas doradas y de las otras. En la década del ’60 fue protagonista de la Liga Pampeana, teniendo los colores de Independiente en ese momento.

A ese esplendor le llegó el ocaso y si bien entre las décadas del 70 al 80 mantuvo la llama encendida, tanto esfuerzo solitario hizo impacto. Central Norte dejó de competir y recién en 2010 volvió a afiliarse a la Liga Jachallera para jugar en la Primera B y en su segunda temporada, ascender a la Primera A. Una hazaña. Una fiesta que en el pueblito donde todos suman lo que tienen por amor a su club, nunca jamás olvidarán. Hoy están en pleno proceso de renormalización y José Liquitay asoma como el futuro presidente que tendrá que encarar el desafío más grande: la cancha. Tienen un predio de una hectárea y media pero excepto los arcos, no hay nada más. Sólo muchísimas ganas.

Quieren sus papeles al día, solamente eso. Piden eso para poder empezar a ser. A darle lugar a lo que su pueblo necesita, sabiendo que son laburantes sin sueldo en la contención social, dándole en el fútbol una posibilidad de distracción y entretenimiento para los 40 pequeños del pueblo que detrás de una pelota, necesitan sentirse tan igual a cualquiera.

José Liquitay sueña despierto: "Estamos esperando poder normalizar el club. Hace cinco años que no se llama a asamblea y estamos en ese camino. Una vez constituidos, queremos ir por el sueño de todos en Entre Ríos: la cancha propia. Nos cansamos de ser visitantes eternos. De jugar lejos de nuestra gente. Queremos trabajar en eso y esperamos los papeles para poder comenzar".

 

LAS CIFRAS

20 Son los pesos de cuota que pagan los 50 hinchas que apoyan a Central Norte para poder jugar en el torneo jachallero.

11 Es la cantidad de clubes que militan en la Primera B siendo la Zona Norte de Jáchal la que más aporta en número.

 

El trencito

Hubo en la historia de los 82 años de existencia de Central Nortel de Entre Ríos una formación que marcó su página más gloriosa: el equipo de 1976. Es que tanto logró en lo futbolístico que quedó grabado a fuego en el corazón de los entrerrianos jachalleros y hoy lo recuerdan con una canción que escribió Andrés Matías Herrera y que Laureano Sosa canta con el alma: El Trencito. Una canción que en ritmo de milonga va nombrando uno a uno, cualidad por cualidad, a todos los integrantes de ese equipo que corre por la sangre de todos los entrerrianos.

 

En La Represa sobran manos

A punto. La cancha de San Martín de La Represa tiene fecha de inauguración para agosto.

Trabajo. Esa es la bandera de San Martín de La Represa que dentro de este trío de clubes que lejos de todo, siguen creyendo. Es que bajo la presidencia de Oscar Manrique, el club que lleva los colores de River Plate ya logró tener predio con todos los papeles al día y su prioridad se llama campo de juego. El objetivo es agosto para inaugurar el cierre olímpico de su cancha que hoy está en un 60% de avance de obra. Claro, con un detalle: todo a pulmón. Es más, al grupo reducido de dirigentes lo respaldan las manos de las mujeres de La Represa que ven en su club el lugar para contener a sus niños. Y lo apoyan a muerte.

Así, sobran manos para hacer pasteles todos los viernes y recaudar 4 o 5 mil pesos que van destinados a comprar materiales y hasta incluso ripio para poder terminar de levantar el alambrado perimetral y los postes. Y claro, ahí vienen las otras manos: la de los hombres de La Represa. Maños callosas, curtidas por el frío y el trabajo en el campo, que después de un día de sol a sol en los potreros, se visten de albañiles para ir dándole forma a lo que será dentro de pocos días su gran orgullo: la cancha habilitada reglamentariamente para ser locales en serio, en su tierra, con su gente.

 

La Frontera no pide nada

 

Cuesta creerlo… pero es cierto. El Club La Frontera no quiere subsidios, materiales, pelotas o camisetas. Con apenas dos años de existencia, hoy presidido por Daniel Illanes y respaldado incondicionalmente por Jorge Luna y Amalia Luna, La Frontera sólo quiere su terreno. Hoy, entrena en un predio abandonado que el municipio jachallero les limpió en su fundación en 2015 con la promesa de una expropiación inmediata que quedó trunca. Saben que no es de ellos así que no pueden avanzar en ningún aspecto.

Pero soñar es su gran logro y ansían conseguir ese trámite para poder despegar con una sede, con una cancha con todas las letras para que sirva para los chicos y para la Primera. Hoy, sin sede y a 1 7km de San José de Jáchal, una galería de un rancho cercano se convierte en vestuario y luego, en el salón para agasajar a sus jugadores tras los partidos. El pedido es papeles. Es identidad para poder escribir su historia con otras letras. Juegan en la B y a pulmón, hacen beneficios, torneos, sorteos. Todo suma pero necesitan su casa para despegar definitivamente.